Gabriel Arias Salgado o el integrismo censor
Diego Vadillo López (2010).
Durante su trayectoria política Gabriel Arias Salgado consiguió el dudoso honor de poner en común a personas de muy diversas sensibilidades ideológicas. Cuando de enjuiciar sus actuaciones se trataba, todos han venido coincidiendo en el integrismo que jalonó su etapa como mandatario, merced a las medidas y parámetros doctrinales que adoptara durante el periplo en que ostentó cargos institucionales.
Pese a que son numerosas las referencias a Gabriel Arias Salgado en distintos libros de historia, biografías, estudios académicos, etcétera, dichas menciones son sucintas y obligadas más por el hecho de que ostentara el cargo de ministro de Información y Turismo de 1951 a 1962 (la conocida como etapa Arias Salgado), que por resultar un personaje atractivo para el estudioso. Lejos de ser un tipo carismático, más bien encajaba en la semblanza de aquellos delfines de Franco cuya pujanza se fundaba en la férrea fidelidad al Caudillo, al menos aparentemente; ya se sabe lo que pasó con quienes, pretendiéndolo o no, pudieron hacer sombra a Franco, o colisionar contra la susceptibilidad de éste: Serrano Suñer y Hedilla, por ejemplo.
Sobre la feliz cabida que Gabriel Arias Salgado podía hallar en los planes de Franco, el historiador Raymond Carr nos ilustra con la siguiente anécdota: "Franco había preferido la absoluta lealtad a su persona, a la eficiencia. Cada vez que las más absurdas medidas de Arias Salgado (ministro de Información, a cargo de la prensa, la radio y el cine entre 1951 y 1961) eran criticadas, Franco respondía: ‘Sí, pero mes es fiel’"[1].
Al margen de la probada fidelidad al Caudillo y del integrismo que le atribuye la práctica totalidad de la crítica poco se sabe de Arias Salgado. Rastreando en la prensa de la época, obtenemos la siguiente información:
"Nació en Madrid el 3 de marzo de 1904, hijo y nieto de marinos. Estudió el bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora del Recuerdo, de Chamartín. Graduado en Lenguas Clásicas y Humanidades, doctor en Filosofía. Ha cursado Derecho en las Universidades de Murcia y Salamanca.
Durante la guerra de Liberación fue perseguido y encarcelado, logrando pasarse a la zona nacional a mediados del 37. Comisionado por la Falange de Valladolid convirtió en diario el semanario ‘Libertad’ fundado por Onésimo Redondo. Al poco tiempo fue nombrado gobernador civil y jefe provincial de Salamanca, cargo que ocupó durante cerca de cuatro años. Al cesar, fue nombrado subsecretario de Educación Popular y delegado nacional de Prensa y Propaganda, cargo que ocupó durante cuatro años y medio, que coincidieron con los tiempos difíciles de la guerra mundial y de principios de la postguerra mundial. Bajo su gestión se creó la Radio Nacional de Arganda, el ‘No-Do’, la Escuela Oficial de Periodismo, el Instituto Nacional del Libro y la Escuela Hogar para huérfanos de periodistas. En 1945 fue nombrado secretario de las Cortes Españolas y secretario general para la ordenación económico-social de las provincias españolas en la Presidencia del Gobierno, cargos que desempeña en la actualidad. Bajo su dirección todas las provincias españolas han creado sus planes de reconstrucción, obra que ocupa un centenar de volúmenes, y que, en la actualidad y en resúmenes, ha pasado a la consideración de los procuradores en Cortes y altas jerarquías del Estado. Está en posesión de las grandes cruces de Cisneros, del Mérito Civil, la Encomienda con placa del Yugo y de las Flechas, y varias condecoraciones extranjeras"[2].
Leído el texto anterior, queda de manifiesto que desde antes del fin de la contienda ocupó cargos de responsabilidad que, como veremos más adelante, no abandonó casi hasta su muerte, en el año 1962. El mayor cargo al que accedió fue el de ministro de Información y Turismo, en el que, alargando la Ley de Prensa de 1938, empleó el órgano de censura con implacable severidad.
A finales de 1937, ocupando Serrano Suñer la cartera de Interior, José Antonio Giménez Arnáu fue nombrado por aquél director general de Prensa. Quedó encargado de elaborar una ley que regulase la información en tiempo de guerra. Creyendo que dicho articulado duraría dos años todo lo más, nunca pensó que se pudiese prolongar durante otros veintiocho. El propio Giménez Arnáu apuntaba el carácter de transitoriedad de la ley refiriendo que "en el artículo segundo, se lee: ‘...La censura mientras no se disponga su suspensión’". También refería cómo se le quitó "un peso de encima" cuando vio publicada la nueva Ley Fraga, tras la obcecada prolongación contra natura obrada por Arias Salgado[3].
El propio Ramón Serrano Suñer, se refería al empecinamiento de Gabriel Arias Salgado por mantener la Ley de 1938, afirmando que "Arias Salgado y compañía [...] usaron y abusaron —de dicha ley— despiadadamente"[4].
Ya antes de llegar al ministerio, Arias Salgado fue utilizado contra Serrano Suñer, una vez que el cuñadísimo fue cesado como ministro de la Gobernación (cartera ya denominada "de Interior") para pasar a ostentar la cartera de Exteriores. Según reconociera el propio Serrano Suñer, con tono desabrido, cuando su estrella empezaba a declinar, Arias Salgado sería pieza fundamental, merced a su control de la prensa, para ponerlo en tesituras complicadas desde un punto de vista diplomático. Detrás de estas confabulaciones estarían Arrese y Carrero Blanco, secretario general del Movimiento y subsecretario de la Presidencia respectivamente, si nos atenemos a las palabras de Serrano Suñer[5].
En 1941 Arias Salgado ya era vicesecretario de Educación Popular, poco después, en 1942, causaría baja de su cargo como subsecretario de Prensa y Propaganda Antonio Tovar, quien antes, al terminar la guerra, había sido director de Radio Nacional, además de ocupar una Dirección General. Ya subsecretario de Prensa y Propaganda, tuvo como subordinado al novelista Darío Fernández Flórez; éste recordaba gratamente aquellos días y, al contrario, con amargura, el fin de los mismos, en lo que define como "el triunfo de la reacción conservadora, el triunfo del dinero" que, conforme a sus propias palabras: "asfixió nuestros ideales"[6] (se refiere a los de aquel sector de falange conocido por algunos como falangismo liberal, el encarnado, entre otros, por Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo o el propio Tovar y que se caracterizarían por un talante más tolerante y abierto con otras sensibilidades ideológicas).
En la novelización de sus experiencias en la burocracia franquista, Fernández Flórez nunca tiene palabras amables para Arias Salgado. Relata cómo se tuvo que quedar en la Subsecretaría por necesidades económicas, una vez cesado Tovar, y el momento en que conoció, precisamente de la mano del propio Tovar, a quien más tarde sería todopoderoso gestor de la censura, a colación de un posible nombramiento como director de la Radio, en tiempos en que ocupaba cargos provinciales: "A mí, la verdad, —escribe Fernández Flórez—, después de un rato [...] el hombre me pareció de una mediocridad y de una cerrazón increíbles". También recuerda el propio Fernández Flórez cómo, por su parte, ya Vicesecretario, Arias Salgado le negó a Tovar, retirado de la política y profesando su cátedra en la Universidad de Salamanca, la posibilidad de publicar "una modesta e inofensiva revista universitaria": Lazarillo[7].
Especial desazón muestra Fernández Flórez cuando rememora el tiempo en que, merced a la llegada de Arias Salgado al Ministerio de Información y Turismo, se complicó la difusión de su novela Lola, espejo oscuro, auténtico best seller del momento: "La mala pata es que venga este hombre de ministro, porque según mis noticias está de bufa y viene con las de Caín. [...] Menos mal que hemos llegado a la quinta [edición], pero es una pena porque la obra tiene cuerda para rato"[8].
El novelista era consciente, por otro lado, de que la denuncia implícita de las corrupciones de los años de posguerra que se entrevén en el libro lo hacían indeseable para las nuevas autoridades, toda vez que la obra se editó internacionalmente.
La consideración que Arias Salgado merecía a Fernández Flórez, puede quedar sintetizada en la siguiente frase, cuando anticipa las consecuencias que podría acarrearle la publicación de la controvertida novela: "Es un fanático y me perseguirá implacablemente, porque se cree destinado por Dios para salvar el alma de los españoles"[9].
La también novelista y "camisa vieja" Mercedes Formica rememoraba aquel ambiente extraño en el que la ausencia de criterios sólidos en la práctica censora hacía, a su vez, patente el divorcio entre algunas de las familias del Régimen: "Mientras el ministro Arias Salgado imponía la censura de los temas que rozaban el sexo, José María Alfaro fundaba con Ridruejo y Antonio Marichalar la revista Escorial, abierta a todas las tendencias"[10].
M. L. Abellán hace referencia al hecho de que durante el mandato ceñudo de Arias Salgado, la rigidez en la actuación en connivencia con ciertos principios de la doctrina moral católica, devorase, incluso, a autores claramente adscritos al régimen. De hecho se refiere a esta etapa como de un "sabor integrista fuera de lo común"[11].
A estas alturas la Falange había fracasado en su inicial proyecto de creación de un modelo propagandístico totalitario, triunfando una dictadura de corte reaccionario, más adecuada a las circunstancias de la sociedad de posguerra "sometida sobre todo a un segundo modelo socializador de corte tradicionalista, en lo político, y confesional, en lo religioso"[12].
Ciertamente, las cábalas de la Falange (fundación de un imperio en el norte de África, recuperación de Gibraltar, otorgamiento de un papel relevante en la nueva Europa, etcétera) se habían esfumado con la derrota del Eje; ahora eran incluso mal vistos por los aliados y, por ende, por una nueva diplomacia española en busca de legitimación internacional. La disolución parecía inminente[13]. En 1945 se produciría la negativa de las potencias vencedoras de la guerra mundial a que España entrase en Naciones Unidas.
En tal tesitura, la Iglesia Católica parecía la opción legitimadora más certera. A esta nueva deriva contribuiría grandemente Carrero Blanco, hombre de confianza del Caudillo desde 1941. De hecho, en ese mismo año se operó una crisis ministerial muy clarificadora de las intenciones del Régimen. Estando Serrano Suñer en Exteriores, se nombró al general Valentín Galarza ministro de la Gobernación. También se destituyó a Dionisio Ridruejo y a Antonio Tovar de sus cargos en el aparato propagandístico. Para atenuar los resquemores en la familia falangista, se nombró ministros a tres de sus miembros: Girón de Velasco, José Luis Arrese y Miguel Primo de Rivera. Estos nuevos ministros pertenecían a otro sector de la Falange y se caracterizaron por su inquebrantable adhesión al régimen[14]. Por otro lado, Arrese era un ferviente católico, con lo que eso suponía en cuanto a recolocación del partido en una línea más religiosa. Y es en esta lógica donde encaja a la perfección el nombramiento de Gabriel Arias Salgado al frente del vicesecretariado de Educación Popular, órgano de reciente creación, dependiente de modo directo del Gobierno y no de Falange. Acerca de la filiación falangista de Arias Salgado, Stanley Payne ofrecía la siguiente aclaración: "Arias Salgado, pariente del primo de Franco, Salgado-Araujo, no era precisamente un falangista, sino más bien un católico de derechas, proveniente del núcleo de Acción Católica y de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), nombrado por Arrese para minar a los últimos aliados de Serrano Suñer y contribuir a reforzar una política católica. Aunque Arias era totalmente pro-Eje, el principal énfasis de su censura a largo plazo de las publicaciones españolas y de otros medios de comunicación lo puso en mantener los niveles de un catolicismo ultraderechista"[15].
Mas, pese a su desaforado catolicismo, Arias llegó a entrar en conflicto con la Iglesia, dado que desde sectores de dicha institución abogaba por una nueva ley de censura propicia para sí, para sus medios afines y dependientes, de hecho la Junta Nacional de Prensa Católica trabajó en un borrador que hubiera permitido la abolición de la censura previa para dichos medios de su órbita. Esto pareció excesivo al nuevo ministro que, a finales de 1952, acabó con tal tentativa[16], de hecho protagonizaría una acalorada polémica con el obispo Herrera Oria con respecto esa libertad de prensa que la Iglesia propugnaba en propio beneficio.
En 1945 será integrada la Vicesecretaría de Educación popular en el Ministerio de Educación, lo que refrenó el paulatino control católico de los medios de comunicación, hasta que, a partir de 1951, con la creación del Ministerio de Información y Turismo, al que se cedieron las competencias sobre la prensa, les fueron arrebatadas tales capacidades.
Así las cosas, instaurado el Ministerio de Información y Turismo, en el que Juan Aparicio volvió a ser director general de Prensa, quedaba de manifiesto una nueva deriva falangista, si bien de un falangismo "domesticado", caracterizado por su férrea fidelidad a Franco, que encabezó, como venimos viendo, un "renovado rigor censor" fundado doctrinalmente "a partir de los postulados del derecho natural cristiano y del ‘paternalismo’ estatal". Con la separación de competencias entre el Ministerio de Educación Nacional y el de reciente creación, se ponía de manifiesto una de las fracturas latentes en el régimen: Ruiz Giménez, en Educación, encabezó un proceso aperturista que colisionaba con las formas intransigentes de Arias Salgado[17]. Este último se arrogó la defensa de una unidad indisoluble "entre lo cristiano y lo español, que son los componentes más sobresalientes del ‘nacional-catolicismo’"[18]. Para el Ministro, todo lo que se saliese de estos principios conduciría al país hacia lo que consideraba "dos grandes errores históricos en que han caído la mayoría de los países: el liberalismo y el totalitarismo marxista"[19], por lo que se propuso establecer un "‘cordón sanitario’ frente a las corrientes de pensamiento externas como internas que pudieran socavar los fundamentos del régimen"[20].
Arias Salgado era firme partidario de un sistema de prensa orientado para evitar la comisión de errores irreparables y en ese prurito fue más dogmático que muchos representantes del catolicismo más ortodoxo, por ejemplo, Javier Tusell apuntaba que "a lo largo de 1952, mientras que en el ‘sector católico’ eran relativamente frecuentes las glosas acerca de la doctrina papal sobre la libertad de prensa, del lado de la Administración existía una creciente actitud defensiva. Algunos de los testigos de la época atribuyeron esta última a Carrero y otros a Arias; no hay duda de que eran los dos y de que el último no era sino el portavoz del primero"[21]. Una controversia que trajo cola fue la que se libró entre Arias y el director de Ecclesia (órgano de la Acción Católica Española, única revista católica no sometida a censura), Jesús Iribarren, cuando éste, tras asistir al Congreso Internacional de Prensa Católica en París escribió una reseña en la que consideraba peligrosa la síntesis de las esferas religiosa y política; también aludía al hecho de que la prensa concebida por Arias Salgada "dispensaba de discurrir", y esto lo afirmaba el director de una publicación no caracterizada precisamente por su aperturismo y transigencia con otras ideas y confesiones[22]. Las respuestas de Arias Salgado serían contundentes y entre otras vías, utilizaría una publicación de su ministerio, El Español, donde escribiría cosas como las que siguen: "Las relaciones entre el Estado nacido de la Cruzada y la Iglesia fueron siempre las que corresponden a un Estado realmente católico; nunca hubo confusión de ambas esferas y las relaciones fueron cordiales en todo momento. Después del Concordato, esta natural y ejemplar cordialidad, esta coordinación armónica, se desarrolla con adecuación fidelísima a las cláusulas concordatarias, cláusulas que, tanto en la letra como en el espíritu, trascienden siempre los fríos moldes de lo puramente contractual"[23].
Analizado todo lo anterior, parece claro que en la tesitura del año 1953, con los acuerdos con los Estados Unidos y con la firma del Concordato con la Santa Sede, España se posicionaba estratégicamente como bastión contra el comunismo en plena Guerra Fría, circunstancias gracias a las cuales el Régimen adquiría oxígeno, pero para tener a todas las familias en armonía el Caudillo utilizaría a leales vinculados siquiera superficialmente con las distintas facciones. No obstante, la impronta a partir de estos años, en lo que respecta a la censura, la marcarán más los católicos, vencido el fascismo en la Segunda Guerra Mundial, si bien bajo el férreo dogmatismo de mandatarios como Carrero o Arias Salgado, que fundirán las esferas de lo civil y lo confesional en un tradicionalismo intransigente. Por ello todos los estudiosos de la censura coinciden en que se trata de la etapa de mayor represión.
Uno de los últimos altercados de Arias como ministro vino aparejado a su gestión y tratamiento informativo de lo que se conoció como Contubernio de Munich, reunión de distintas personalidades opuestas al régimen, adscritas a diversas sensibilidades ideológicas, que se desarrolló los días 7 y 8 de junio de 1962 con objeto de dar a conocer a Europa el estado represivo y antidemocrático del franquismo. A las terribles represalias que desarrolló la dictadura se unió una campaña, ferozmente injuriosa, desarrollada desde el ministerio de Arias Salgado[24].
Y en esa dinámica transcurrió su singladura ministerial. Su sucesor en el Ministerio de Información y Turismo, Manuel Fraga, relata en sus memorias cómo Franco lo apremió a hacer una nueva Ley de Prensa, a lo que el nuevo Ministro asintió, añadiendo el matiz de que la nueva ley distaría de ser "una ley general de información, como intentó Arias Salgado"[25].
El día 15 de julio del año 62, el recién nombrado Ministro y su señora, invitaron al matrimonio Arias-Salgado a comer. En la reunión, Fraga pudo entrever que Gabriel Arias Salgado se hallaba "tocado del corazón" pese a la discreción de que hacía gala el mandatario cesante. Fraga consideraba que Arias Salgado era "un hombre de bien, pero muy limitado; creía de verdad en su concepto muy rigorista de la moral pública. Más grave era su idea del monopolio cuasi teológico de la moral política"[26].
También relataba Manuel Fraga cómo López Rodó le sugirió la supresión de la censura, porque si no lo hacía "no se suprimiría nunca", pero Fraga tuvo que mediar entre la postura de Rodó y la de Carrero Blanco, que "fue de los que más dificultades [l]e crearon para defender el ejercicio real de la libertad de prensa"[27].
Al poco de aquella comida de matrimonios, el 26 de julio, llegó la noticia del fallecimiento de Gabriel Arias Salgado, por un ataque cardiaco. Fraga en concreto se enteró hallándose en una reunión de trabajo sobre la nueva Ley de Prensa[28].
Notas.
[2] La Vanguardia (20-7-1951), página 4.
[3] Giménez-Arnáu, José Antonio: Memorias de memoria. Descifre vuecencia personalmente. Ediciones Destino, Barcelona, 1978, páginas 97-98.
[4] Saña, Heleno: El franquismo sin mitos. Conversaciones con Serrano Suñer, Grijalbo, Barcelona, 1981, página 100.
[5] Ibídem, páginas 246 y 260.
[6] Fernández Flórez, Darío: Memorias secretas de Lola, espejo oscuro, Plaza y Janés, Barcelona, 1978, página 106.
[7] Ibídem, página 107.
[8] Ibídem, página 143.
[9] Ibídem, página 84.
[10] Fórmica Corsi, Mercedes: Escucho el silencio. Planeta, Madrid, 1984, página 110.
[11] Abellán, M.L.: Censura y creación literaria en España (1939-1976), Península, 1980, página 151.
[12] Sevillano Calero, Francisco: "Cultura, propaganda y opinión en el primer franquismo", en Sánchez Recio, Glicerio (Ed.): El primer franquismo (1936-1959), Marcial Pons, Madrid, 1999, página 154.
[13] Carr, Raymond: en VV.AA.: La época de Franco 1939-1975, Espasa-Calpe, Madrid, 2007, páginas 19-20.
[14] Fusi, Juan Pablo: Franco, Taurus, Madrid, 1995, páginas 19-20.
[15] Payne, Stanley: en VV.AA.: La época de Franco..., página 118.
[16] Ibídem, página 169.
[17] Ibídem, página 153.
[18] Terrón Montero, Javier: La prensa en España durante el régimen de Franco. Un intento de análisis político, CSIC, Madrid, 1981, página 94.
[19] Ibídem, página 96.
[20] Ibídem, página 100.
[21] Tusell, Javier: Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957. Alianza, Madrid, 1984, página 347.
[22] Ibídem, páginas 350-351.
[23] Arias Salgado, Gabriel: Textos de doctrina y política de la información. Ministerio de Información y turismo, Madrid, 1955, página 147.
[24] Fusi, Juan Pablo: Obra citada, página 173.
[25] Fraga, Manuel: Memoria breve de una vida pública, Planeta, Barcelona, 1981 (8ª Edición), página 29.
[26] Ibídem, página 34.
[27] Ibídem, página 38.
[28] Ibídem, página 40.
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