UNA EDITORIAL PARA LOS NUEVOS TIEMPOS: CIENCIA NUEVA
(1965-1970)
Francisco Rojas Claros, Universidad de Alicante
(Publicado en "Revista Historia del Presente, Departamento de Historia
Contemporánea de
pp. 103-120. Edición a cargo de MUÑOZ SORO, Javier ).
Una editorial para los nuevos tiempos: Ciencia Nueva (1965-1970)*
Introducción
Existe cada vez mayor consenso en que el proceso de transición a la democracia en España no puede llegar a entenderse en su totalidad sin tener en cuenta la existencia de una etapa precedente, de una duración aproximada de unos quince años, caracterizada por un desarrollo socioeconómico sin precedentes, en que el régimen franquista buscaba legitimarse como una nueva estrategia para adaptarse a los nuevos tiempos sin cambiar en lo esencial[1]. Ahora bien, partimos de una premisa clara: que la modernización, por sí sola, no conduce necesariamente a la estabilidad. Nuestro interés radica fundamentalmente en identificar cuáles fueron los motores que permitieron el cambio cultural y la transformación de las mentalidades acontecidos durante los años sesenta y primeros setenta, y que tendrán como consecuencia un progresivo proceso de deterioro del sistema político, un proceso, en definitiva, de “transición cultural”[2], previo e indispensable al de transición política iniciado desde mediados de los años setenta. Para ello es preciso esclarecer qué tipo de ideas comenzaron a difundirse en nuestro país durante aquellos años, cual era su procedencia y cual su verdadero alcance y resonancia en dicho proceso. Y, para ello, disponemos de diversos indicadores esenciales, los auténticos vehículos de transmisión de tales ideas, entre los que cabe destacar la producción bibliográfica de ciertas editoriales –minoritarias, pero de suma importancia– situadas en la vanguardia cultural del momento, sin dejar de lado el papel importantísimo jugado por revistas como Triunfo y Cuadernos para el Diálogo, entre otras cosas.
Con tales pretensiones, la elección de Ciencia Nueva S.L. no es casual, al tratarse de una editorial pionera en cuanto a publicación de libros de corte marcadamente político e ideología disidente con los postulados tradicionales del régimen. Editorial nacida en 1965, verdadero símbolo del cambio generacional característico de la época, ejercerá una notable influencia en la recuperación de las armas ideológicas y políticas anteriores a la guerra civil, y supondrá la creación de una plataforma para la difusión de las ideas más vanguardistas procedentes de dentro y fuera de nuestras fronteras. Todo lo que permitiera, en definitiva, socavar los cimientos del régimen franquista. Y desde luego, la dictadura acabó considerándola una verdadera amenaza, no sólo porque acabó cerrándola, sino porque en 1972, dos años después de su eliminación, todavía seguía incluida en las listas negras del Ministerio de Información y Turismo[3].
La génesis de la editorial y sus primeras colecciones
Aún hoy podemos afirmar que es mucha la confusión y el desconocimiento que se tiene sobre una editorial que tuvo tanta trascendencia, situación muy bien definida por el profesor Roberto Mesa: «Por entonces, se hablaba de una editorial extraña, llamada ‘Ciencia Nueva’, que se empeñaba en dar a luz a autores poco conocidos o absolutamente neófitos; también se decía, entre los más enterados, que tras el negocio se ocultaba una empresa intelectual del partido comunista»[4]. Fue fundada en Madrid por un grupo de doce jóvenes universitarios, estudiantes de Filosofía y Letras en su mayoría, algunos de los cuales contaban con importantes vinculaciones con el PCE. Sus nombres eran los siguientes: María Teresa Bort León, José Esteban Gonzalo (más conocido como Pepe Esteban), Valentina Fernández Vargas, Javier Gallifa Olive, Rosario de
Ellos fueron quienes formaron, en octubre de 1965,
Ciencia Nueva fue una editorial modesta, artesanal, pero muy dinámica, capaz de aprovechar la convulsa coyuntura del momento. El organigrama de la empresa lo componían una Junta General de Socios, un Consejo Editorial y un organismo director compuesto por tres administradores[6]. Todo ello, regido por un espíritu democrático, mediante la fórmula “un socio, un voto”, independientemente de cual fuera su aportación económica y laboral. Ahora bien, obviando que entre las motivaciones secundarias de su fundación estuviese, naturalmente, la creación de una salida profesional y laboral a medio plazo, una cosa estaba clara: la editorial no nacía buscando el lucro. Como afirma el propio Jesús Munárriz, «Ciencia Nueva fue un intento de abrir brecha, incordiar al régimen, hacer lo que no se podía hacer, ensanchar las grietas que veíamos que existían y ver si podíamos reformar y forzar un poco la cosa. Y supongo que algo hicimos»[7].
Así, con un capital inicial declarado de 500.000 pesetas, aportado por sus miembros en cantidades desiguales, y con una prácticamente nula preparación en el mundo de la edición, se inició la aventura editorial, a la que inmediatamente se añadió la inestimable colaboración de Jaime Ballesteros, una de las principales figuras del PCE en el ámbito universitario madrileño de aquellos años. Y no sería el único. A la lista de los trece fundadores irían añadiéndose otros nombres de la importancia de Valeriano Bozal, Antonio Elorza, Domingo Plácido, Manuel Sacristán, Gustavo Bueno, Roberto Mesa, J. Antonio Méndez, Rosario de
En la revista Triunfo, Eduardo G. Rico dio la bienvenida a la editorial con un comentario de gran riqueza para la contextualización de la misma en el ámbito cultural de su época, en el que destacaba la labor de una «acción minoritaria, pero proyectada hacia la inmensa mayoría, de numerosos grupos juveniles», situando a Ciencia Nueva en la línea, no tanto del catolicismo de vanguardia de Nova Terra y Fontanella, sino más bien de editoriales como Ariel, Ediciones de Occidente, Tecnos o el mismo Fondo de Cultura Económica, editoriales, a su juicio «comprometidas en una tarea científica de muy ancho frente». Para García Rico, la primera colección de esta nueva editorial constituía «un excelente programa para la batalla en contra del desarrollo cultural, y a favor de una formación crítica y de la extensión de un criterio desmitificador»[8].
Esa colección, la primera y la que alcanzaría sin lugar a dudas mayor prestigio, recibió el mismo nombre que la editorial, y su primer libro, Ciencia y Política en el Mundo Antiguo, de Benjamin Farrington, causó verdadera conmoción. Estaba traducido por Domingo Plácido, se trataba de un libro marxista “al uso”, en el que decía, en síntesis, que en
«La primavera de 1965 con el brusco despertar de
Pero también en el siguiente título, La evolución de la sociedad, de Vere Gordon Childe, prologado por Sir Mortimer Wheeler y traducido por María Rosa de Madariaga la situación expuesta resultaba análoga a la anterior. Obra manifiestamente marxista, venía a indicar cómo cualquier sociedad podía ver frenada su evolución por las resistencias ofrecidas por sus propias estructuras económicas y políticas. La doble lectura, era evidente. Sin embargo, se trataba al fin y al cabo de un libro sobre la prehistoria de
Las obras de Ciencia Nueva gozaron de inmediato de gran aceptación, con una tirada de entre tres y cuatro e incluso cinco mil ejemplares por edición, alcanzando algunos títulos las tres ediciones consecutivas. Desde el principio podía verse que aquello era algo nuevo, y de gran calidad. No es extraño que, a los pocos meses de su reciente creación, empezaran a aparecer críticas, comentarios y recensiones favorables en las principales revistas de corte progresista del momento. En cuanto al éxito en la difusión de sus obras, parece claro que llegó a través de dos ámbitos: el universitario, y el obrero, gracias sobre todo a su política de distribución. En Madrid, era Visor la empresa distribuidora; en Barcelona,
Muy poco tiempo después del nacimiento de Ciencia Nueva, aparecería en el panorama cultural
A principios de 1966 vería la luz la segunda colección, “Los Complementarios, de Ensayistas Españoles Contemporáneos”, bautizada así en homenaje a Antonio Machado. Estuvo dirigida por Jaime Ballesteros, quien, cumplida una leve condena por delitos políticos en Burgos, a propuesta de los fundadores y con el beneplácito del PCE, se puso al frente de esta colección. Y la organizaría, en cierta medida, como una plasmación práctica de la doctrina de reconciliación nacional, publicando a autores de todo signo opuestos al régimen. El título de esta colección poseía un claro valor simbólico, como ha explicado el propio Jaime Ballesteros:
«Nosotros tomamos el título de la antología de Machado que llevaba ese nombre; lo tomamos como una cosa ‘machadiana’. Machado no era marxista pero sí una figura extraordinaria en aquella época, todo un símbolo. Y muchos (de ello nos había prevenido ya Enrique Tierno Galván, de quien intentamos publicar infructuosamente un par de títulos, porque el Ministerio de Información y Turismo nos los denegó) lo interpretaron como que los ensayistas españoles eran una especie de complementarios de los extranjeros, como una especie de subalternos del pensamiento; pero sólo era una forma de ligarnos al símbolo de Machado, y así lo hicimos saber, aunque la confusión se mantuvo, creo yo, hasta el final»[11].
En cuanto a su curioso logotipo, un pequeño gallo de color rojo, también tenía una simbología clara para la época: estaba tomado de la canción-protesta Gallo Rojo, Gallo Negro, de Chicho Sánchez Ferlosio[12]. La obra que inauguró la colección fue Cine español en la encrucijada, del crítico César Santos Fontenla, activo colaborador de la revista Triunfo. En ella se ofrecía una amplia panorámica del cine español, de su historia y de la tremenda y prolongada crisis por la que venía pasando, y de donde era necesario salir. Su lanzamiento gozó de gran éxito por dos razones: por un lado, la gran resonancia del coloquio que organizó Triunfo sobre el asunto con motivo de su publicación[13]; por otro, por la novedosa campaña de lanzamiento ideada por Rafael Sarró, uno de los principales fundadores de la editorial. Según Munárriz:
«...de ese libro hicimos un lanzamiento interesante. Ello se debió a Rafael Sarró, uno de los fundadores, de vocación publicitaria (de hecho, ha prosperado en ese camino y ahora es uno de los grandes del país), quien se fue a una imprenta de torerías, de carteles de toros y fútbol, y encargó quinientos carteles en rojo y negro, con una leyenda que decía más o menos ‘Cine español en la encrucijada: el problema del cine español’. El gran éxito de César Santos Fontenla, publicado por CIENCIA NUEVA’, con lo que se despertó todo Madrid preguntándose qué libro sería ese. Fue una campaña que llamó muchísimo la atención porque a nadie se le había ocurrido hasta entonces lanzar un libro en este país de aquella manera»[14].
El punto de inflexión de la década lo encontramos en la promulgación de
Teniendo en cuenta la precaria situación económica de la editorial, y frente a otras entidades que renunciaron abiertamente a acogerse a la “consulta voluntaria” como fórmula de salvaguarda (caso de Edicusa), Ciencia Nueva hizo uso de ella desde el principio. Por una parte, obligada por las circunstancias (dadas las trabas administrativas que interpuso el MIT desde el principio con tal de no permitir su inscripción en el Registro de Empresas Editoriales[16], y porque el secuestro de una sola de sus obras habría resultado catastrófico). Pero también porque resultaba imprescindible para llevar a cabo su política de divulgación, cuya estrategia estaba basada en la presentación masiva de obras culturales y políticas de toda índole, con la esperanza de que algunas lograsen sortear la criba de la censura. La estrategia, inscrita perfectamente dentro de los márgenes marcados por la ley, acabó tropezando con un escollo no previsto: el propio Negociado de Ordenación Editorial elaboraba cuidadosos informes, entre otras cosas, de las obras denegadas y su procedencia, uno de los factores que colocaron a Ciencia Nueva, desde fechas muy tempranas, en el punto de mira del Ministerio.
A lo largo de 1966, el catálogo de la editorial fue ampliándose de forma paulatina, al igual que el número de socios. En la colección “Ciencia Nueva”, se publicó El Universo de la ciencia-ficción, de Kingsley Amis, traducido por José Antonio Méndez. En esta obra el novelista británico reivindicaba el papel de este injustamente denostado género literario, en el que, sin embargo, «están expresados el temor y las frustraciones de una sociedad en decadencia, y a menudo, una crítica social y política de las instituciones allí donde la censura la prohíbe abiertamente» (según se dice en el texto de la contraportada). En la publicidad aparecida en Cuadernos para el Diálogo, se anunciaba con el eslogan «¿Hay una ideología política implícita en la literatura de ciencia ficción?»[17]. También se publicó La lingüística española del Siglo de Oro, de Werner Bahner, a cargo de Jesús Munárriz, obra de importancia filológica indiscutible para su tiempo.
Por otra parte, de la colección “Los Complementarios” hubo tres publicaciones más. El segundo título, Política y sociedad en el primer Unamuno, 1894-1904, de Rafael Pérez de
Ese mismo año de 1966 se completaría con la creación de la colección “Cuadernos Ciencia Nueva”, una de las de mayor éxito. Se trataba de una colección de libritos de bolsillo muy económicos, claramente en la línea de las publicaciones de ZYX[19]. Se planteó inicialmente como plataforma para publicar determinadas conferencias celebradas en el Club de amigos de
Cervantes humanizado, de Ramón de Garciasol y Arturo del Hoyo, fue la primera obra de la colección, una visión “más humana” de la figura del escritor (verdadero símbolo, recordémoslo, de la “nación española”), del hombre que, a juicio de sus autores, supo retratar la realidad y los males de su tiempo. Pero Los Derechos Humanos, segundo título de la colección, resulta más interesante desde el punto de vista de nuestro estudio. Los autores, José Luis Aranguren y Ramón Tamames, afirmaban abierta y explícitamente que España no cumplía con lo declarado en dicha Carta fundamental, y así lo hacían saber con una cita en la contraportada de Jaime Torres Bodet, ex director general de
1967 y la aparición de “Los Clásicos”
El año 1967 es importante para los fondos de la editorial por la creación de otra de sus importantes colecciones, “Los Clásicos”, nacida para difundir textos considerados “heterodoxos”, de autores clásicos de dentro y fuera de nuestras fronteras. La publicidad insertada en Cuadernos para el Diálogo sobre la colección, incluía el siguiente mensaje: «Al lanzar su colección ‘Los Clásicos’,
Formaciones Económicas Precapitalistas fue el primer texto de Marx que Ciencia Nueva logró publicar, todo un hito. No se trataba, evidentemente, de una de sus obras más importantes, pero era “un Marx”, al fin y al cabo. Traducido por Gregorio Ortiz y prologado por Juan Carlos Rey Martínez, contaba con una jugosa introducción de Hobsbawm. Entre otros títulos de la colección estaban Artículos Políticos, de Mariano José de Larra (selección, introducción y apéndices de Lourdes Ortiz); Cándido o el Optimismo, de Voltaire (versión traducida por Leandro Fernández de Moratín, y en cuya introducción Jesús Munárriz incidiría especialmente en las vicisitudes de la propia traducción de Moratín); Sobre España, del nacionalista cubano José Martí (compilación de escritos de Andrés Sorel), que venía a romper con su publicación otro de los tabúes del régimen; Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes, Sacada de las Crónicas Antiguas de Toledo, de H. de Luna (el prólogo escrito por Inés Chamorro Fernández ofrecía una visión de la historia moderna de España mucho más crítica que la ofrecida tradicionalmente por el régimen); o Las Luchas de Clases en Francia, 1848-1850, de Marx, con una introducción de Engels. Y con éste eran ya dos los textos, en este caso fundamental, de Marx publicados en la colección. Otro título cuya sola propuesta de publicación hubiera sido imposible poco tiempo atrás era
Paralelamente, la colección “Ciencia Nueva” fue creciendo en títulos de gran interés. Con Problemas de la generación joven, de Ernst Fischer, a cargo de Antonio Gallifa, se ofrecía una explicación marxista acerca de los problemas de los jóvenes en el rechazo a la sociedad de consumo de los países industrializados. Una temática y unas propuestas que, como podemos suponer, despertarían indudable interés entre los círculos estudiantiles y académicos a los que iba dedicado. Prueba de ello es que en Triunfo fue considerado el mejor título de su catálogo hasta la fecha[21]. De Samuel Lilley se publicó su famosa obra Hombres, máquinas e historia, traducida por Gregorio Ortiz. A modo de síntesis, habría que decir que para Lilley existe un determinismo en la historia, una dialéctica según la cual toda sociedad está preparada para alcanzar un determinado nivel tecnológico, llegado al cual se produce una ruptura, una revolución, que sienta las bases hacia el estadio siguiente. En ese sentido, el sistema capitalista habría alcanzado ya su máximo desarrollo, donde la contradicción tecnología-estructuras resultaría más que evidente; la guerra y la división de clases serán elementos definitivamente abolidos gracias a una nueva era de la automatización, que se dará con la inminente llegada de la sociedad socialista, instaurándose un nuevo orden de paz y abundancia.
Argumentos sobre el Socialismo, de Maurice Dobb, traducido por Antonio Gallifa, estaba en la línea del anterior, pero aún iba más allá en sus planteamientos. Que el Ministerio tolerase su publicación resultaba todavía más sorprendente. Para el autor, la transición al régimen socialista –estadio superior al capitalismo en todos los sentidos– era irrealizable por vía de la reforma, dadas las evidentes resistencias que encontraría dicho proceso, de ahí que la solución que proponía era la de actuar con contundencia, por medio de una revolución social en toda regla. La transición del feudalismo al capitalismo, traducido por Ramón Padilla, recogía las aportaciones de una serie de historiadores marxistas británicos, dedicados a estudiar dicho fenómeno en Inglaterra, prologado por Maurice Dobb. Como vemos, “cambio” y “transición” eran conceptos clave en gran parte de la producción bibliográfica de esta editorial.
Las dos obras siguientes, Lo verosímil fílmico y otros ensayos de estética, de Galvano Della Volpe, traducida por Alberto y Juan Antonio Méndez Borra, y Para una sociología de la novela, de Lucien Goldmann, por Jaime Ballesteros y Gregorio Ortiz, ofrecían nuevas perspectivas estéticas y, no por ello, menos políticas. Hegel y los orígenes de la dialéctica, de Gottfried Stiehler («hijo de familia obrera» según se indicaba en la contraportada del libro, como si la extracción social del autor, humilde en este caso, añadiera calidad adicional a la obra), traducido por Simón Marchán Fiz, apuntaba interesantes claves para adentrarse en el pensamiento de Hegel en toda su complejidad desde una perspectiva claramente marxista. Mientras que ¿Herejía o revolución? El movimiento husita, de Josef Macek era la primera obra publicada en nuestro país sobre este fenómeno.
Por otra parte, la oferta de la colección “Los Complementarios” fue algo más escasa, pero de gran importancia. Marx o la crítica como fundamento, de Manuel Ballestero, recogía un conjunto de ensayos de contenido filosófico sobre el pensamiento de Kierkegaard, Sartre y el “joven Marx”, todo ello, según el autor, para hacer llegar al lector al «mundo de las ideas», frente a la alienación que suponía la sociedad de consumo. Según Elías Díaz, la obra contenía elementos de singular importancia para un entendimiento a fondo del marxismo, sobre todo en la línea del diálogo y la crítica de la filosofía dialéctica en relación con el existencialismo, como aportación propia del autor[22]. En cuanto a El colonialismo en la crisis del XIX español, fue el primer libro de Roberto Mesa y significó una aproximación –positivamente valorada por Manuel Tuñon de Lara desde las páginas de Cuadernos para el Diálogo[23]– al momento histórico de la abolición de la esclavitud en las últimas colonias españolas en América, y cómo se intentó sustituir dicha mano de obra esclava por otra barata e igualmente explotada. Además, con Pruebas, de Max Aub, una colección de ensayos sobre diversos aspectos de la cultura en España, Ciencia Nueva lograba conectar con una de las más brillantes figuras del exilio español, mientras que Lecturas, I: Goethe, Heine, recogía dos artículos del pensador marxista Manuel Sacristán.
En cuanto a “Cuadernos Ciencia Nueva”, sólo se publicó un título durante ese año, Realismo, arte de vanguardia y nueva cultura, del marxista portugués Urbano Tavares, traducida por Juan Eduardo Zúñiga. Donde el autor defendía, entre otras cosas, la necesidad de una nueva cultura como síntesis de una nueva conciencia estética y de una concepción socialista del mundo y del futuro, donde resultaba vital la libertad de expresión, concibiendo además cultura e información como eficaces armas revolucionarias.
Esplendor de Ciencia Nueva y crecientes dificultades
El año más prolífico de Ciencia Nueva será, con diferencia, 1968, con cuarenta y un títulos publicados entre las distintas colecciones que estamos describiendo. Al llegar a este punto conviene destacar que uno de los principales intereses de los miembros de la editorial era asentarse con firmeza en el núcleo cultural catalán. De la distribución ya habíamos comentado que se estaba encargando
Conviene señalar además, durante el año 1968, el nacimiento de la última de las colecciones de la editorial[25], que llevó por título “Las Luchas De Nuestros Días”, centrada en la política internacional, tratando especialmente los conflictos derivados de la descolonización, en el contexto de la guerra fría. Estuvo dirigida por el Profesor Roberto Mesa, a quien Ciencia Nueva, en la colección “Los Complementarios”, había publicado su primera obra; ahora se convertía en un activo colaborador. La colección constó de sólo tres títulos, (hubo un cuarto previsto, sobre el problema de Palestina, que quedó en el aire), pero, salvo el primero de ellos, Vietnam, conflicto ideológico, cuyo autor fue el propio Roberto Mesa, el resto gozó del éxito de las colecciones anteriores, sobre todo por estar solapada con la colección “Ciencia Nueva” y algunos títulos de “Cuadernos Ciencia Nueva”. De ahí que interesantes obras como África, orígenes de la revolución, de Jack Woddis, y La revolución campesina en Vietnam del Sur, de Le Chau, traducidas por Gregorio Ortiz y Margarita González Liebmann respectivamente, no tuvieran la difusión esperada.
En la colección “Ciencia Nueva”, Thomas Münzer: Teólogo de la revolución fue la segunda y última obra de Ernst Bloch publicada por la editorial (traducida al igual que Avicena... por Jorge Deike), en la que se entronca revolución social y reforma religiosa. Las tachaduras de la censura afectaron a más de cincuenta páginas antes de autorizar su publicación pero, no obstante, estando firmado el contrato y pagados los derechos, la editorial siguió adelante y el libro pudo ver la luz a pesar de semejante mutilación. Lo masculino y lo femenino en la sociedad contemporánea, de Anne-Mariede Rocheblave-Spenlé y Daniel Lagache, traducida por Lourdes Ortiz, venía a explicar cómo la diferenciación de roles en la sociedad responde a criterios eminentemente psicológicos, algo que cobraba todo su sentido en una fase ascendente de las reivindicaciones feministas. La revolución científica, de John Moss –a cargo de Pablo Virumbrales– entroncaba con el estudio de Samuel Lilley y compartía con este autor su optimismo por la ciencia, denunciando el uso monopolístico que el capitalismo hace de ella, junto a los incesantes recortes en investigación realizados por los sucesivos gobiernos de Gran Bretaña, cuya mayor preocupación ha sido «retrasar la expansión del socialismo, el único sistema que hasta hoy ha demostrado que puede utilizar
Por su parte, en “Los Complementarios” vieron la luz seis nuevos lanzamientos. El campo, los pobres, los ricos, la opinión, USA y etcétera, de Chumy-Chúmez, presentaba una novedad en el panorama ensayístico español, al ofrecer una colección de chistes gráficos del autor como obra de ensayo. Integración y lucha de clases en el neocapitalismo significaría el principal vínculo de la editorial con José Ramón Recalde. Con Aproximación a una estética de la música contemporánea, de Luis de Pablo, la editorial se adentraba en el ámbito de la música, y con Por ejemplo, doscientas, de Félix Grande, en el literario. Otra de las novedades interesantes de la colección durante ese año fue Nueve cartas a Berta, de Basilio Martín Patiño, guión de la película del mismo título que tanto éxito cosechó entre los círculos intelectuales de su época. En cuanto a Realismo y conciencia crítica en la literatura gallega, de Jesús Alonso Montero, era una reivindicación de la lengua y la cultura gallegas, pues también tenían cabida en la colección las reivindicaciones nacionalistas, otro de los elementos de cultura de resistencia frente al régimen.
Al mismo tiempo, las novedades de “Cuadernos Ciencia Nueva” fueron numerosas, abarcando un amplio abanico de temas de actualidad, tales como sociología y denuncia social, urbanismo, psiquiatría y marxismo, historia y memoria, política internacional,... Las obras que podríamos catalogar como de sociología y denuncia social, fueron dos. El campo andaluz, del periodista católico Pedro Mario Herrero, fue anteriormente publicada en forma de artículos en el diario Ya, y significaba una durísima denuncia del estado de subdesarrollo de una parte importante de la población andaluza (especialmente, jornaleros y campesinos), mientras que Hombre, tierra y dependencia en el Campo de Gibraltar (un estudio de campo en una zona subdesarrollada), de Juan Maestre Alonso, hacía lo propio sobre el área circundante de la colonia inglesa.
Sobre urbanismo tenemos Antecedente de un urbanismo actual:
Por otra parte, del psiquiatra marxista Carlos Castilla del Pino se publicaron dos obras. El humanismo <<imposible>>: estructura social y frustración, estaba constituida a partir de dos conferencias del autor en clave claramente anticapitalista y socializante, mientras que
En cuanto a La era de la automatización, estaba integrada por los dos últimos capítulos de la ya comentada obra Hombres, máquinas e historia, de Samuel Lilley, en los que se concentraba el grueso de su carga ideológica, maniobra que permitía una mayor difusión del mensaje esencial de la citada obra, a un precio ciertamente económico.
De gran difusión también, y de gran relevancia en la recuperación de la memoria histórica, encontramos Los bakuninistas en acción: Memoria sobre el levantamiento en España en el verano de 1873, un texto fundamental de Engels, desde entonces situado al alcance de cualquier bolsillo, siguiendo la misma filosofía que presidía toda la colección.
Por otra parte, sobre política internacional y tercer mundo, hubo varios títulos. Israel, ¿Puede Dictar
En cuanto a la colección “Los Clásicos”, las obras editadas durante ese año fueron francamente numerosas, y de crucial importancia, dado que suponían, entre otras cosas, no sólo un serio intento de recuperar una memoria histórica adulterada o simplemente silenciada por el régimen, sino, además, efectuar una crítica contundente del mismo y de la realidad de su tiempo (los años sesenta), por medio de analogías, implícitas y explícitas, de las que ya hemos aventurado algo en el apartado anterior. En el prólogo de Valeriano Bozal de la obra Lamentos políticos de un pobrecito holgazán que estaba acostumbrado a vivir a costa ajena, de Sebastián Miñano y Bedoya, se aprecia esa identificación del Régimen Fernandino con el Franquista. Lo mismo ocurre con Cartas Político-Económicas al Conde de Lerena, de León de Arroyal. Dicha obra contenía un estudio preliminar realizado por Antonio Elorza, en el que se presentaba a León de Arroyal como un disidente de
Muy importante fue, así mismo, La madre, de Gorki, novela inmortal de especial significación entre la juventud de los sesenta, traducida por A. Herraiz y J. Vento, cuyo caso resultó análogo al del Diario del Che en Bolivia, al no ser ésta la única edición, pero sí de las más económicas.
Pero una de las publicaciones clave de la época la constituyó la edición de Anti-Dühring o
Otro de los textos clásicos recuperados por Ciencia Nueva, de interés en el contexto de la época en que fue publicado, fue Pensamiento Social, del federalista decimonónico español Pi y Margall, contexto en que se estaba dando una recuperación de su vida y obras, donde la alternativa al centralismo del Estado en España suponía un punto básico de las reivindicaciones realizadas por la oposición.
Por otra parte, de Marx y Engels se publicó ese año Sobre Literatura y Arte, una selección de textos de estos dos grandes autores realizada por Valeriano Bozal.
En cuanto a Segunda Comedia de Celestina, de Feliciano de Silva, ofrecía una visión similar a la del Segundo Lazarillo, ya comentada (de hecho, ambas ediciones corrieron a cargo de Inés Chamorro Fernández).
La última obra de la colección que vio la luz fue Armancia o Algunas Escenas en un Salón de París en 1827, una novela de Stendhal, sin mayor interés desde el punto de vista de nuestra investigación, más que el haber estado anteriormente prohibido por el régimen.
Como vemos, 1968 fue un año prolífico para la editorial, aunque también entrañó grandes dificultades. No sólo por los continuos enfrentamientos contra el MIT (ese mismo año fueron denegadas en consulta voluntaria diecinueve obras de esta editorial[30]), sino porque, a medida que la editorial crecía y se ampliaba el número de títulos y de colecciones, crecían también exponencialmente los gastos, y más teniendo en cuenta que la mayoría de obras se ponían a la venta a prácticamente el precio de coste. La solución que se buscó fue la más rápida, aunque quizás la menos indicada: abrir la editorial a la integración de nuevos socios, con pleno derecho a cambio de aportaciones económicas de diversa cuantía. No obstante, además de estos socios “capitalistas” había otras incorporaciones no menos importantes, de personajes de cierto prestigio intelectual, cuyo más emblemático representante sería el citado Manuel Sacristán, que accedería a la sociedad mediante la cantidad simbólica de 10.000 pesetas. El desmesurado aumento en el número de asociados (que llegará hasta 49, el máximo que se permitía para una Sociedad Limitada), dificultaría extraordinariamente el tradicional funcionamiento asambleario establecido por sus fundadores. La profesora Valentina Fernández señala que la mala gestión afectó a la editorial desde el principio, algo corroborado por el resto de antiguos miembros entrevistados. Pero llega más lejos, cuando afirma que “de hecho, es mi obligación señalar que no todos los socios aportaron la cantidad previamente acordada. Es más: puedo asegurar que la cifra de 500.000 pesetas que figura en nuestra acta fundacional es falsa. Empezamos con mucho menos”. Según ella, estas circunstancias, unidas a lo que considera el error de proclamar “un socio, un voto”, terminó enemistando a algunos de sus miembros, creando fuertes tensiones entre ellos[31].
Pero la verdadera crisis, comenzaría en enero de 1969.
El cierre de la editorial (tragedia en dos actos)
El año 1969 fue inaugurado con la declaración del estado de excepción en todo el territorio nacional, motivado por la fuerte conflictividad obrera y universitaria. Las consecuencias fueron terribles en el ámbito cultural, sobre todo, y Ciencia Nueva iba a verse seriamente perjudicada. La gran cantidad de obras “desaconsejadas” presentadas a consulta voluntaria, y sus vinculaciones con el PCE, puestas al descubierto, entre otras cosas, por la militancia de muchos de sus miembros y la relación de la editorial con el Club de Amigos de
El consejo de redacción de Cuadernos para el Diálogo lamentó desde sus páginas dicho cierre, denunciando lo que para ellos significaba un claro atropello, no sólo contra los intereses de sus editores, sino contra todo el panorama cultural del país en general. Del editorial que recogió dicha denuncia, bajo el significativo título de “Fahrenheit
«Desde hace ya varios años estas editoriales, junto con otras que al menos esta vez se han salvado de ‘la quema’ [...] habían enriquecido considerablemente el panorama bibliográfico español, aportando a la cultura nacional importantes zonas del pensamiento universal que los españoles sólo conocían por referencias o en versiones hechas en otros países, versiones que disfrutaban después en España un saludable e insólito ‘mercado negro’, al que lógicamente va a volverse, estimulados ahora por la desaparición de un acervo cultural que no puede ser anatemizado, prohibido, encerrado dentro de unos angostos límites donde el libro de pensamiento se diría que es considerado como ‘enemigo público’. En los catálogos de esas editoriales suprimidas de un plumazo está buena parte del patrimonio cultural e ideológico de la humanidad, autores clásicos y modernos, sin los cuales el mundo contemporáneo no sólo resulta ininteligible, sino que, sencillamente, no existiría. ¿Qué puede pretenderse con esta prohibición? ¿Quizá que la juventud española vuelva a aislarse culturalmente? Si fuera así, ¿por qué ese miedo al pensamiento, a la libertad de cultura, al acervo cultural de la humanidad? ¿Por qué ese deseo de cercenar lo que sólo es vehículo de conocimiento, expresión de la racionalidad humana? [...] Grave asunto este del derecho inalienable de la persona a tener acceso a la cultura, a las ideologías, a saber lo que otros hombres han edificado. ¿Es así como se entiende el ocaso de las ideologías?»[32].
No obstante, tras un paréntesis de unos meses, la editorial pudo reabrir sus puertas y publicar sus últimos cinco títulos. La razón de este breve lapso de reapertura fue la intercesión de Celso Fernández-Mayo (ex sacerdote con nueva vocación exclusivamente política), quien prometió hacerse con las riendas de la editorial a fin de imprimirle un talante más moderado, con una orientación exclusivamente cultural. Jesús Munárriz se retiró formalmente de la dirección.
De la colección “Ciencia Nueva”, logró publicarse Objetivos y métodos de la planificación soviética, de Mijail Bor. Traducida por Daniel Lacalle, la obra planteaba, entre otras cosas, que la planificación económica sólo tiene cabida en un modelo de estado socialista. El resto de obras publicadas entre fines de 1969 y principios de 1970, corresponden a la colección “Los Complementarios”, entre ellas
Pero el consejo editorial tenía planes muy distintos a los previstos por su nuevo director, por lo que Celso dimitió del cargo y denunció el asunto al Ministerio de Información y Turismo. Fue entonces cuando Sánchez Bella, con el beneplácito del Consejo de Ministros, decidió hacer que cancelasen la solicitud de inscripción de Ciencia Nueva en el Registro de Empresas Editoriales de forma definitiva, lo que supuso el fin de la editorial.
La denegación de la inscripción, fue justificada desde el Ministerio de Información y Turismo por la ausencia de datos patrimoniales de la empresa y la falta de certificados de acreditación del pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos de sus accionistas, elementos previstos en
Nada más hacerse efectivo el cierre definitivo, los últimos títulos previstos fueron cedidos a otras editoriales sin mayor problema. Podemos citar algunos[37].
Para la colección “Los Complementarios”, conocemos cuatro títulos: La juventud del 98, de Carlos Blanco Aguinaga, fue publicada por Siglo XXI; La novela española actual, de J. Corrales Egea, por Edicusa; Del Desengaño Literario, de A. Martínez- Menchén, por Helios; y La humanidad reducida, de Enrique Tierno Galván, por Taurus, todas publicadas el mismo 1970. Y para “Los Clásicos”, La miseria de
El grupo de Ciencia Nueva mantuvo durante un tiempo sus actividades en torno a
* Este trabajo adelanta algunos avances de la tesis doctoral titulada El Cambio Cultural y las Actitudes Políticas en España durante los Años Sesenta, dirigida por el profesor Glicerio Sánchez Recio y adscrita al proyecto de investigación BHA2002-01787, subvencionado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que actualmente está desarrollando el autor gracias a una beca de formación de personal docente e investigador de
[1] SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, “Inmovilismo Político y Cambio Social en los años Sesenta”, Historia Contemporánea, 26, Universidad del País Vasco, 2003, pp. 13-33, e “Inmovilismo y Adaptación Política del Régimen Franquista”, en R. Moreno Fonseret y F. Sevillano Calero, El Franquismo, Visiones y Balances, Universidad de Alicante, 1999, pp. 27-43.
[2] Dicho concepto aparece enunciado en TUSELL, Javier, “Transición: lo importante sucedió antes”, en VVAA,
[3] Ello se aprecia por ejemplo en el informe Tendencias Conflictivas en Cultura Popular, fechado en abril de 1972, e incluido en el apéndice documental de YSÀS, Pere, Disidencia y Subversión,
[4] MESA, Roberto, El Colonialismo en la crisis del XIX español, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1990. La primera edición es de 1967, y fue editada por Ciencia Nueva.
[5] Véase el colofón de FARRINGTON, Benjamín, Ciencia y Política en el Mundo Antiguo, Madrid, Ciencia Nueva, 1965.
[6] Registro Mercantil de Madrid, Hoja número 4107, folios
[7] Entrevista personal con Jesús María Munárriz Peralta, Madrid, 16-VI-2003.
[8] GARCÍA RICO, Eduardo, “
[9] MARTÍNEZ LORCA, Andrés, “Benjamin Farrington y George Thomson, Renovadores de los Estudios Clásicos”, en VVAA, Los marxistas ingleses de los años 30, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 1988.
[10] Entrevista personal con Rafael Martínez Alés, Madrid, 29-XI-2004.
[11] Entrevista personal con Jaime Ballesteros Pulido, Madrid, 26-VI-2003.
[12] Jesús Munárriz, entrevista citada.
[13] Coloquio celebrado bajo el título de “Cine español en la encrucijada”, Triunfo, 205 (7-V-1966).
[14] Jesús Munárriz, entrevista citada.
[15] Los sistemas de control editorial propiamente dichos fueron dos en esencia. El primero, y bajo la permanente amenaza del “secuestro administrativo” previsto por la ley para las obras presentadas directamente a depósito que vulnerasen los límites impuestos por la misma, permitía a los editores acogerse a la fórmula de “consulta voluntaria”, por el cual los censores de
[16] Dichos fondos se encuentran actualmente en paradero desconocido. Afortunadamente, algunas de las piezas documentales fueron aportadas por el profesor Jesús A. Martínez Martín, quien muy amablemente nos permitió consultar
[17] En Cuadernos para el Diálogo 42 (marzo de 1967), p. 43.
[18] Triunfo, 244 (4-II-1967).
[19] Editorial creada en 1964, fuertemente vinculada a
[20] En Cuadernos para el Diálogo 44 (mayo de 1967), p. 16.
[21] En Triunfo, 278 (30-IX-1967).
[22] DÍAZ, Elías, Pensamiento Español en
[23] TUÑÓN DE LARA, Manuel, “El Colonialismo en
[24] Según el testimonio de Jaime Ballesteros, entrevista citada.
[25] Hubo una sexta colección, anterior, que no viene al caso desarrollar, cuando la editorial pasó a hacerse cargo de “El Bardo”. Creada por José Batlló, esta serie constituyó una de las colecciones de poesía más prestigiosas de su tiempo, y fue pasando por diversas editoriales a lo largo de toda la década. Sobre las dificultades que tuvo Ciencia Nueva para la publicación de sus obras, véase ABELLÁN, Manuel Luis, op.cit., pp. 226 y 227.
[26] MOSS, John, op. cit., p. 122
[27] Su elección, según Jesús Munárriz, vino determinada por estar libre del pago de derechos de autor, entrevista citada.
[28] GUEVARA, Ernesto, El diario del Che en Bolivia: Noviembre 7,
[29] Hubo dos ediciones más, una a cargo de Equipo Editorial de San Sebastián y la otra, la primera, la editó
[30] Como podemos apreciar en sus catálogos, no pudo publicarse ninguna obra referente al Mayo del 68,
[31] Entrevista personal con Valentina Fernández Vargas, Madrid, 11-III-2004
[32] “Fahrenheit
[33] La lista de autores es importante: Manuel Terán Álvarez, Enrique Lafuente Ferrari, Rafael Lapesa Melgar, Ángel Vian Ortuño, Jiménez de Parga, Eduardo García de Enterría, Julián Marías, Carlos Blanco Aguinaga, Pedro Schwartz, Jesús Prados Arrarte, José Luis Aranguren, Pedro Laín Entralgo, Fernández Casado, Fernando Chueca, Faustino Cordón, Paulino Garagorri y José Antonio Maravall.
[34] DÍAZ, Elías, op. cit., pp. 177-179.
[35] SACRISTÁN, Manuel, Sobre el papel de la filosofía en los estudios superiores, Barcelona, Nova Terra, 1968.
[36] MENCHERO DE LOS RÍOS, María del Carmen,
[37] Información obtenida a partir del último anuncio de Ciencia Nueva inserto en Cuadernos para el Diálogo, 79 (abril de 1970), pp. 38.
[38] Entrevista personal con Jesús Ayuso, Madrid, 1-III-2004.