LA CENSURA*

Francisco Álamo Felices
Universidad de Almería

( pp. 79-107, del libro “La novela social española. Conformación ideológica, teoría y crítica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 1996.)

(Nuestro agradecimiento al Servicio Editorial de la Universidad de Almería, por concedernos el pertinente permiso de reproducción.)

      El aparato censor, (“La censura estatal es aquella ejercida por algún organismo o institución emanados del poder legislativo, del poder ejecutivo o del poder judicial del Estado. La censura estatal es la censura por antonomasia (...). Si el Estado es el agente del poder censor, el ejercicio de este poder puede emanar del poder legislativo, del ejecutivo o del judicial. Por lo general, se entiende por censura aquella restricción administrativa a la libertad de información o de expresión que se fundamenta en el poder ejecutivo y de él recibe su legitimidad”)77 cuyo objetivo fue suprimir y eliminar cualquier página, texto o fotograma perteneciente a la prensa, teatro, literatura o cinematografía que no coincidiera con los Principios Fundamentales del Movimiento y leyes posteriores al servicio y continuismo de la Dictadura78, se trataba, como de hecho ha ocurrido y ocurre en todas las sociedades, en éste nuestro caso, de estructurar una maquinaria que estableciera mediante la coacción y la represalia la verdad del Estado sobre el libre ejercicio del pensamiento y la  disparidad, así:

“(...) el caso de la censura en España no es sino el de una deliberada actuación del Estado – un Estado fascista – con vistas a impedir la difusión de los valores simbólicos y semióticos juzgados contrarios a aquellos que las fuerzas políticas en el poder estiman subyacentes a la cultura y, por ende, únicamente admisibles”79

es uno de los elementos más significativos de la actuación del franquismo, tanto en su funcionamiento de instrumento político-religioso como de agente sancionador que mutiló, ora de manera consciente – acción directa sobre las obras y guiones de las órdenes del Ministerio en sus tres organismos encargados: Sección de Censura de Libros, Departamento de Teatro y Cinematografía y Sección de Información y Censura – ora inconscientemente, el miedo a la represión que los censores encargados de los departamentos anteriores pudieran causarles a ellos y a sus obras, por supuesto, también, como producción artística, prácticamente, desde la sublevación militar; es decir, un proceso de disolución histórico, de combate ideológico, de guerra civil, de “rehacer” esa historia que Gubern plantea perfectamente:

“ [la] supresión de las libertades constitucionales de la Segunda República debía conllevar necesariamente la institución de unos mecanismos legales de represión y censura, en diferentes áreas, concebidos como un sistema de disposiciones legales restrictivas de las libertades públicas, para garantizar por una parte la supresión de las ideologías enemigas (sustentadoras de las instituciones democráticas de la Segunda República), y por otra parte, permitir la viabilidad, la consolidación y la perpetuación del nuevo modelo político autoritario. De este modo, la lucha armada encontraba su natural complemento en la lucha ideológica ejercida por la censura, es decir, en el control y represión de la producción y difusión ideológica que pudiera ser perjudicial a los fines perseguidos por el nuevo Estado80.

              Desde el punto de vista legítimo pueden, al menos, diferenciarse dos momentos o etapas en la ordenación y actuación de la censura.

              La primera, que llega hasta 1966, respondía a la ley de 26 de junio de 1883 y a la denominada Ley de Prensa de 22 de abril de 1938 que se completó y perfeccionó con los años81. Se  abrió un método de censura previa por el que toda publicación estaba obligada, necesariamente, a enfrentarse con el dictamen de los censores. De manera ya sintomática, de acuerdo con el programa del Estado que se estaba conformando y con lo que iba a ser, como ya demostraremos, el verdadero hilo conductor de los objetivos censorios, desde 1944 se eximen de la censura previa la obras de carácter litúrgico y textos latinos usados por la Iglesia; la literatura española anterior a 1800 y las obras exclusivamente musicales o con letras anteriores a 1900.

           Hasta comienzos de los años cincuenta, por otro lado, la censura se movió entre diversas instancias administrativas, a saber: de 1939 a 1941 en el Ministerio del Interior; de 1942 a 1945 en la Vicesecretaría de Educación Popular de Falange; de 1946 a 1951 dentro del Ministerio de Educación, para acabar ordenada, desde 1951, por el Ministerio de Información y Turismo.

          Y, efectivamente, será desde este Ministerio, bajo el auspicio de su cabeza rectora Manuel Fraga Iribarne, desde donde se disponga la nueva Ley de Prensa e Imprenta de 18 de marzo de 1966, inspirada en el artículo 12 del Fuero de los Españoles: “todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado”.

    Con esta ley quedaron derogados:

    * Leyes de Imprenta de 26 de junio de 1883.

    * Orden de 29 de abril de 1938 referente a los trámites previos a la publicación de libros.

    * Decreto de 23 de septiembre de 1941 sobre autorización para la publicación de obras.

    * Orden de 23 de marzo de 1946 sobre censura previa.

    * Decreto de 11 de julio de 1957 sobre regulación del requisito de pie de imprenta en las publicaciones periódicas o unitarias.

    * Orden de 21 de julio de 1959 por la que se establecía el número de orden del Registro de Publicaciones para libros editados en España o importados del exterior.

    El número de expedientes que cursó la Ley de Prensa de Fraga fueron los siguientes:

·      93 en 1966

·      149 en 1967

·      210 en 1968

·      127 en 1969

En resumen:

“ La nueva ley suprimía la consulta previa y obligatoria, salvo en los estados de excepción y de guerra expresamente previstos en las leyes, especialmente en la ley de Orden Público de 30 de julio de 1959. En su lugar, la consulta voluntaria, no obligatoria a todas luces, pero a la que recurrieron la inmensa mayoría de escritores, temerosos de ser víctimas de alguna imprudencia. Pero, además, esta nueva modalidad censoria obligó a los editores a vigilar – pero, sobre todo, a expurgar – mucho más que antes los manuscritos, ya que, en el caso nada hipotético de que alguna personalidad o institución del régimen considerara que lo publicado había infringido de algún modo la ley, el editor era subsidiariamente cómplice del delito cometido”82.

        Como acabamos de observar, en el análisis de Abellán, al desaparecer la consulta voluntaria surgió una nueva celada tal como fue la inscripción obligatoria en el Registro de Empresas Editoriales. La concesión del número de registro quedó supeditada a la decisión del Ministerio de Información y Turismo. En caso de que no se concediese, podían seguir o comenzar sus tareas editoriales, pero para ello debían pasar, obligatoriamente, todos los libros que fueran a editar por la “consulta voluntaria”. Este nuevo mecanismo se convirtió de hecho en una forma de presión para aquellas editoriales que la Administración quería tener bajo control, amén de la utilización de argucias, digámoslo así, más ruines como crear dificultades en la edición, limitar ayudas, condicionar a autores... etc.,83.

        La acción de esta censura determinó, condicionó y produjo toda una reestructuración tanto psicológica como técnico-literaria para poder publicar:

“De la censura no se podía hablar. No se podía hablar claramente ni siquiera con los encargados de aplicarla. Y (...) airear su existencia hubiera constituido un desafío de peligrosas consecuencias”84.

        La ferocidad de este aparato fue tal que, como nos demuestra Abellán85, el novelista tuvo que ceder a las imposiciones censoras (pocos autores, caso Cela y Goytisolo, pudieron publicar alguna obra en el extranjero), pero el detalle más espeluznante reside en el hecho de la “autocensura” del autor, bien conscientemente, como señalábamos líneas arriba, bien, incluso, instintivamente, a través de lo que M. Abellán llama “violencia psicológica86, llegando, en ocasiones, el editor a participar de la censura sin, ni siquiera, consultar al escritor; tras, como hemos visto, en especial, la nueva situación desde 1966:

“Si bien en casi todo momento el editor practicó una censura previa a la censura oficial, desde la puesta en funcionamiento de la Ley de Fraga, el editor o “lector” literario se convirtió, por la fuerza de las cosas, en censor malgré lui. En esta clase de censura no se han dado excepciones casi contrariamente a lo que pudiera creerse. De ahí que, dado el recelo reinante entre los editores, nunca probablemente se podrá averiguar el papel y la medida en que su actitud ha contribuido a paralizar o promocionar, podar o modificar determinadas obras”87.

      La actividad censora llegó a influir, de tal manera, en el proyecto literario que, según palabras de Isaac Montero, fue:

“(...) el principal autor, editor, lector del franquismo. Es obvio su efecto empobrecedor sobre el lenguaje de nuestros escritores, periodistas, ciudadanos. Había que hacer equilibrios. Yo [dice Montero] tengo la impresión de que una novela como El Jarama, de Ferlosio, no podía ser escrita más que con esa formidable búsqueda del objetivismo de lo coloquial. Cualquier deslizamiento hacia la introspección, hubiera sido carne de censura”88.

        Hay que destacar, para mayor desatino, la total arbitrariedad de los métodos utilizados para la censura de las obras, la incoherencia ideológica era total, puesto que los únicos elementos inamovibles y comúnmente utilizados, como materia insalvable, eran los principios de Régimen y el sexo-religión:

“(...) los primeros hacen referencia a la intocabilidad y respeto al sistema institucional implantado por el franquismo, sus principios ideológicos o sus presuntas fuentes de inspiración y las leyes que tendían a configurar una sociedad acorde con las mismas (...).

Los segundos – o criterios variables – estaban relacionados con una determinada manera de considerar la moral pública y eran transcripción literal de los principios imperantes en el integrismo católico. El franquismo no formuló ninguna nueva moral sino que hizo suyo el talante moral de la derecha tradicional española. La censura mantuvo, mientras fue posible, estos criterios hasta tanto fueron claramente desconsiderados por las clases medias tradicionales y abandonara la Iglesia la posición privilegiada que había ocupado”89.

      Podemos señalar que no nos parece que hubiese dos aparatos censores diferenciados, el oficial, por un lado, y, junto a él, el eclesiástico, sino que la censura de la Iglesia estaba inmersa en la estatal, ya fuera a través de la existencia, dentro del cuerpo de censores, de lectores eclesiásticos, o por la ósmosis que se dio entre los valores del régimen y los de la moral católica, tesis en la que, también, se sitúa Abellán:

“Dada la simbiosis casi perfecta entre los intereses de la Iglesia y del Estado en aquella época de consolidación del levantamiento franquista, no tiene nada de extraño que el nuevo régimen reconociera la supremacía de la Iglesia en materia de moral y dogmática, supremacía que establece, por otra parte, la misma doctrina católica vigente en aquel momento, sobre la cual el nuevo régimen fundamentó buena parte de su ideología política y de su ordenamiento social y económico (...).

Los criterios que pautaron la actuación censorial pueden resumirse como sigue:

a)               Criterios implícitos y explícitos del Índice Romano;

b)              crítica a la ideología o práctica del régimen;

c)              moralidad pública;

d)              choque con los supuestos de la historiografía nacionalista;

e)               crítica del orden civil;

f)                apología de ideología no autoritaria o marxista;

g)              en principio, prohibición de cualquier obra de autor hostil al régimen”90.

  Fusión necesaria en el juego de intereses Iglesia/Estado, si bien la influencia de la primera nunca desapareció, hasta tal punto que su moral condicionó, como ya estudiaremos, la lectura censoria, ya que, como señala Gubern:

“En el ejercicio de la censura el peso y la autoridad de la Iglesia siguió siendo muy grande, sobre todo tras la firma del Concordato con el Vaticano (agosto de 1953), que confirmó los excepcionales poderes eclesiásticos en el Estado español. Merecen señalarse en este sentido la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en todos los  centros educativos, estatales o no (art. 27): la obligación del Estado de velar para que “en las instituciones y servicios de formación de la opinión pública, en particular en los programas de radiodifusión y televisión, se dé el conveniente [respeto] puesto a la exposición y defensa de la verdad religiosa por medio de sacerdotes y religiosos” (art. 29). Por otra parte, se le reconocía a la Iglesia el derecho de censura, para que “no sean permitidos o que sean retirados, los libros, publicaciones y material de enseñanza contraria al dogma y a la moral católica.

     Este poder interventor de la Iglesia en la vida civil era perfectamente congruente con la orientación integrista y puritana del nuevo Ministerio de Información y Turismo, aunque a veces generase contradicciones con sus propios intereses”91.

      Y, para colmo de  males, ese peculiar tratamiento que “la censura sobrepuso, a la hora de aplicar sus difusos criterios, normas de las que iban a depender una mayor o menor severidad de los dictámenes, incluso, la total prohibición de algunas obras. Según fuera la notoriedad política del escritor, su visión historiográfica de la historia y cultura, y, naturalmente, según fuera también su notoriedad literaria, la censura actuaba severa o blandamente”92.

      Los formularios y fichas respondían al siguiente listado y apartados:

1) ¿Ataca al dogma?

2) ¿a la moral?

3) ¿a la Iglesia o a sus ministros?

4) ¿al régimen y a sus instituciones?

5) ¿a las personas que colaboran o han colaborado con el régimen?

6) los pasajes censurables ¿califican el contenido total de la obra ?

7) informe y otras observaciones.

    Las fichas de los censores llevaban como apartados “valor literario o artístico”, “valor documental”, “matiz político”, “tachaduras en caso de autorización” y “otras observaciones”. Sin una suma positiva de todas ellas no se llegaba a una resolución aprobatoria, que señalaba “autorizada a reserva de galeradas” o “autorizada a reserva de censura eclesiástica”. En este caso indicaba:

“Advertencia: los impresos autorizados no podrán ser puestos en circulación sin el previo envío a esta oficina de cinco ejemplares a efectos de comprobación. Queda prohibido poner visado por la censura”.

    Exponemos, a modo de ejemplo, el informe de lectura que se realizó de la novela de Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama:

EXPEDEDIENTE Nº 252-6

Presentada con fecha 17-I-56

Instancia en solicitud de autorización para imprimir la obra EL JARAMA de la que es autor RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO editada por DESTINO (sic) con un volumen de 370 páginas y una tirada de 3000 ejemplares

              Madrid 17 de Enero de 1956

INFORME

¿Ataca al Dogma?                            Páginas

¿ A la Iglesia?                                  Páginas

¿A sus Ministros?                            Páginas

¿A la moral?                                    Páginas

¿Al Régimen y a sus instituciones?     Páginas

¿ A las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen ?   Páginas

RESULTANDO  Un domingo a las orillas del Jarama. Allí van grupos de madrileños a remojar su tedio y aburrimiento veraniego. En aquellos merenderos se reunen diversos tipos pueblerinos a pasar su domingo. La novela se detiene en la descripción – realisima – de esas diez horas que los excursionistas pasan a orillas del rio. El aburrimiento se rompe con la tragedia. Una de las chicas se ahoga. No hay mas. Algo asi como si se hubiese tomado en cinta magnetofónica aquellas conversaciones, todos los gritos, canciones, toda clase de ruidos, etc., etc. Ahi debe estar el valor de la novela. Abundan los tacos, que no considero suprimibles, aunque me parecen de muy mal gusto.

Procede su autorización93

                       Madrid, 27 de Enero de 1956

                                           El lector

                                           ( Javier Dieta)

RESOLUCIÓN

VISTO el informe del Lector, el Negociado propone la AUTORIZACIÓN

                        Madrid, 30 de Enero de 1956

                                   El Jefe del Negociado

CONFORME con la proposición del Jefe del Negociado y vistos los antecedentes del Expediente y declaro concluso, en sus méritos se propone de conformidad

                         Madrid, 30 de Enero de 1956

                                    El Jefe de la Sección

    CONFORME con el Jefe de la Sección

                       Madrid, 30 de Enero de 1956

                                    El Director General

       Pero la censura de la prensa (a finales de los 50 se editaban algo más de 100 periódicos, con una tirada de 700.000 ejemplares). La Ley de prensa de 1938 seguía vigente y los 40 periódicos del Movimiento recibían las editoriales y los artículos de fondo escritos desde Madrid, incluyendo, además, indicaciones de su emplazamiento y tipografía con que debían resaltarse.

      Son, en general, años pobres en la creación de periódicos: algún periódico local y cierto cambio de formato como el de Ya, que pasaría a editarse en huecograbado y disminuiría su tamaño, jalonan unos años parcos en realizaciones e innovaciones. Técnica y profesionalmente, los primeros cincuenta son para la prensa española de tránsito.

      Pueblo competía entonces con el Madrid de Juan Pujol y el Informaciones que había impulsado en la posguerra Víctor de la Serna. ABC lo dirigía Torcuato Luca de Tena que se movió en una disposición crítica e informativa siempre dentro de una línea monárquica, y el Ya, hermano menor de El Debate, que no servía la línea fundacional de esta publicación y más bien la dislocaba, lo que le valió a su director, Juan José Pradera, hijo de Víctor Pradera, la Vicesecretaría del Movimiento que gobernaba la prensa.

      Frente a esta prensa, digamos “seria”, el lector medio huyó de tanta consigna y direccionismo y se refugió en lo deportivo, otra de las válvulas sublimadoras, y así el diario Marca llegó a alcanzar una tirada de 200.000 ejemplares, (el doble de ABC, el de mayor difusión en información) no era un acto arbitrario en un Estado católico, porque según el ministro de Información Arias Salgado, en tal Estado, “la verdad, los valores dogmáticos y morales y las exigencias del bien común presiden sus actos” y además “los católicos sabemos que el gobernante católico, cuando se conduce como tal con rectitud, intención pura y en funciones de su competencia, tiene la gracia especial correspondiente a su estado, que es una garantía mayor de acierto para los que mandan y para los que obedecen” por eso, y antes que nada y como prevención “la improcedente información puede ser un crimen”.

      Al concebirse la prensa como institución nacional, como servicio público se transmite a la “etapa cumbre de la historia del periodismo, después de haber pasado éste por las etapas anteriores de prensa puramente informativa (los mercurios, diarios de avisos, etc.) política (representada sobre todo en el liberal siglo XIX) y de empresa (en la Restauración). La incapacidad de estos dos últimos tipos de prensa para contribuir al fortalecimiento del Estado, por anteponer sus fines u objetivos particulares a los del servicio al país, hizo llegar a esa forma perfecta de la prensa como institución nacional”94.

      Y siguiendo esa línea paralela a la literatura y al cine y si, como ya hemos subrayado, en la censura resalta especialmente el aspecto destructivo de la información o, dicho de otro modo, queda patente la interesada política de desinformación sobre ciertos sucesos, en las consignas a la prensa (las publicaciones oficiales de la Iglesia quedaron exentas de la censura previa desde 1945 por acuerdo entre Iglesia y Estado. De este modo, algunos periódicos fundamentalmente los dependientes de la Acción Católica o de sus diferentes ramas o asociaciones, pudieron mostrar discrepancias o incluso diferencias con la política gubernamental, es el caso de la inquieta Ecclesia, de Signo, juventudes de Acción Católica, y de ¡Tú!, sometida a censura previa en 1949 y cerrada en 1951. También se consintió un cierto grado de autonomía, por gozar de una estructura paralela de mando, a la Prensa del Movimiento. Así, podían más fácilmente hacer caso omiso de indicaciones recibidas de altas instancias oficiales, mientras contasen con la protección del Jefe Local del Movimiento): “(...) el Ministerio busca orientar los contenidos de acuerdo con sus objetivos políticos. Con ellos se aseguraba la unidad ideológica y política de la prensa, pero también – inevitable consecuencia – caían los periódicos en un uniformismo y monotonía perjudiciales comercialmente”95.

      En la prensa, siguiendo el mismo camino de los mencionados medios escritos de reproducción o visuales de representación, se establecen dos etapas censoras perfectamente definidas: la primera, de 1938 a 1966, en la que el Gobierno nombraba directores de periódicos y dictaba el contenido de éstos mediante consignas. Y la segunda, de 1966 a 1977, en que la ley de Prensa e Imprenta da libertad a las empresas para elegir directores y acaba con las consignas, pero coloca sobre los profesionales de la información un ambiguo artículo segundo que permite toda clase de penas por la doble vía administrativa y penal.

      Dentro del amplio radio de elementos censurables, Manuel Abellán sitúa cuatro criterios fijos de censura (un dato revelador de esta labor, por lo que de improvisación y falta de “racionalidad” en la consecución de unos objetivos determinados, fue, ya lo anunciamos, la arbitrariedad y lo imprevisible de los criterios de estos censores, puesto que el personal requerido para el lápiz rojo no pertenecía al cuerpo de funcionarios, sino que solía ser contratado para éstas y otras actividades):

      1. Moral sexual entendiendo como prohibición de la libertad de expresión que implicara, de alguna manera, un atentado al poder y a las buenas costumbres en todo lo relacionado con el sexto mandamiento y, en estrecha unión con dicha moral, abstención de referencias al aborto, homosexualidad y divorcio.

      2. Opiniones políticas [intocabilidad y respeto al sistema institucional implantado por el franquismo, sus principios ideológicos o sus presuntas fuentes de inspiración y las leyes que tendían a configurar una sociedad acorde con los mismos.

      3. Uso del lenguaje considerado indecoroso, provocativo e impropio de los buenos modales por los que se ha de regir la conducta de las personas que se autodefinen como decentes.

      4. (...) La religión como institución y jerarquía, depositaria de todos los valores divinos y humanos e inspiradora de la conducta humana arquetípica96.

      Esta era la plantilla a aplicar de la que se descolgaban mil variantes y justificaciones y actitudes improcedentes e, incluso, caprichosas, que podían aplicarse a cada obra en concreto, según expusimos en líneas anteriores, el criterio particular del censor (novelas determinadas y películas de la época las referiremos, en su censura, al tratar de la producción cinematográfica próxima al realismo o, simplemente, antimelodramática- sentimental- histórico- épica, y sus propias narraciones).

      La censura chocó, a la vez, con esa mascarada de liberalismo al exterior y  cerrojazo para el interior, pues, en el caso cinematográfico, esta opción capitalista de los cincuenta puso de relieve una grave contradicción – otra más – entre la aspiración al beneficio económico de los industriales del cine – mediante la liberalización de las propuestas eróticas97, por ejemplo – y sus obstáculos por el severo celo censor del aparato estatal, desfasado con los intereses de la clase empresarial del cine98.

      El teatro, mucho más celosamente vigilado en tanto que espectáculo directamente dirigido a y asimilado por un público más genérico e influible, tampoco escapó a este control99. (La comunicación prohibitiva, emanada del Negociado de Control y Licencias, Sección Promoción Teatral, Dirección de Cultura Popular y Espectáculos, del Ministerio de Información y Turismo, firmada por el director general de Cultura Popular y Espectáculos, solía rezar lo siguiente:

“Con sujeción al acuerdo adoptado por la Junta de Censura de Obras Teatrales, en su sesión del día... del correspondiente mes de..., este Centro Directivo ha resuelto prohibir la obra titulada..., original de... Se basa dicho acuerdo, según criterio expuesto por los ponentes que integran las dos Comisiones Delegadas informantes, en que la obra, tanto por su contenido como por su forma, incurre en las motivaciones de carácter prohibitivo, contenidas en la norma 14”)100.

       Siendo el teatro independiente, fuera de los circuitos comerciales de las grandes ciudades y, como consecuencia, menos peligroso el único que pudo sortear, con frecuencia, los obstáculos y trabas a que se sometían los libretos para su representación. Dice José Monleón al respecto: “El mecanismo tradicional del autor que entrega un texto a una compañía profesional, dominada por la cautela y los criterios de éxito, se sustituye por el trabajo de un grupo de  actores políticamente comprometidos con los contenidos de su espectáculo. Los grupos independientes, organizados en cooperativas se distribuían los ingresos, rehacían los textos según estuvieran o no los censores, trabajaban en los espacios más diversos, viajaban con sus furgonetas, y congregaban a públicos políticamente cualificados. Mientras los medios de comunicación y aún el teatro cotidiano se sometían a los rigores de la censura, el teatro independiente luchaba contra ella y, en cierto modo, la desafiaba”101.

      Con respecto a esta actitud paranoide, en la política y en lo cultural, sírvanos, como otra piedra de toque, ejemplo sintomático y definitivamente deslumbrador de lo que, en realidad, se escondía para el europeismo, el escándalo que suscitó la presencia de la película de Berlanga, El Verdugo, en el Festival de Venecia, por cierto Premio de la Crítica Internacional.

      R. Gubern ofrece completo el extraordinario documento de la carta que Alfredo Sánchez Bella, embajador en Roma y próximo ministro de Información y Turismo, escribe a Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores, el 30 de agosto de 1936, y de la que extraemos unos cortes referidos al sentimiento que se tenía de la práctica social-realista en el arte, por lo que afecta al desarrollo posterior de nuestro trabajo102.

“ La película está dentro de lo que los comunistas llaman, en su jerga dogmática convencional ‘realismo socialista’ (...) Este trasnochado realismo, de escasa originalidad por cierto, sólo fue admitido en la Italia derrotada, vencida y deshecha por la ocupación. El Régimen español, sin embargo, se siente tan fuerte y tan seguro que hasta se permite el lujo de que en su territorio puedan vivir y actuar tales ‘vulpejas’, vean ustedes que ni siquiera talento y originalidad tienen y cómo su posición es siempre negativa y anárquica (...). No es posible seguir tolerando estas posturas en el mundo del cine o del espectáculo y tal vez, acaso, del libro. Para el autor que no actúe correctamente no pueden existir ni teatros oficiales, ni créditos, ni premiso del cine o del espectáculo, para el empresario o productor que respalde o ayude a directores o ayudantes de directores o guionistas enemigos, no puede haber ninguna clase de subvención, es preciso aplicar esta regla rigurosamente y que el ser enemigo no constituya una patente de corso, cono en parte ocurre, lo cual induce a muchos a vivir permanentemente entre dos aguas...”

      Labor permanente e inquisitorial de la censura que, sin embargo, maceró a los escritores en la búsqueda de procedimientos técnicos sutiles y esquivadores de las garras o de la ignorancia del censor, y así Juan Goytisolo opone a la brutal tarea desintegradora de la censura que

“si algún mérito hay que reconocer a la censura es el de haber estimulado la búsqueda de las técnicas necesarias al escritor para burlarla e introducir de contrabando en su obra la ideología o temática “prohibidas” (...). Sin ésta, por ejemplo, el objetivismo, behaviorismo y otros procedimientos narrativos de despersonalización del autor no hubieran obtenido la aceptación que han tenido (...)”103.

      Es decir, lo que Hans-Jörg Neuschäfer denomina carácter dialéctico del discurso de la censura “(...) que viene determinado por la contradicción entre ocultación/enmascaramiento por una parte y descubrimiento/revelación por otra”104 y que articuló una serie de métodos para desactivar y soslayar su acción, como por ejemplo:

·                 Desplazamiento.

·                 Condensación.

·                 El chiste, la ironía, incluso el humor negro. Es el método clásico de la alusión.

·                 El empleo de modelos de comunicación, textos y géneros literarios y/o consagrados por la tradición como medio de banalización.

·                 La desfiguración operativa (sin considerarla una finalidad en sí misma, como por ejemplo en el Nouveau Roman) de los procedimientos literarios más familiares y de las categorías de división cronológica como táctica de distracción.

·                 La utilización del distanciamiento para camuflar la problemática interna105.

2.4. La novela realista y la censura

      La actuación del aparato censor con la producción narrativa del realismo va a situarnos y, a la vez, nos la desvelará, ante esa óptica ideológica con la que el franquismo leyó la literatura no propiamente fascista y, como en el caso de nuestro estudio – una novela, teóricamente, combativa, antirégimen, con muchísimas páginas plenas de la España mísera, triste y olvidada –, todas las referencias – en algunas de las obras que citaremos tremendas, incluso, diríamos, violentas –, sociales – según podían escribirse, claro está – , se obviaron por ese terco rastreo en busca de los elementos pequeñoburgueses franquistas – moralismos y religiosidad – que “escandalizaran” en sus páginas.

      Efectivamente, y así fue, imbuidos los censores de ese, ineludible, componente nacionalcatólico, obsesionados en regular el comportamiento público y privado de los ciudadanos – amén de su miopía cultural y literaria (tal como observaremos en la redacción del los informes)– , en la denuncia social de las novelas social-realistas – obreros despedidos y explotados, situaciones de extrema injusticia, humillaciones de los que, a veces, demasiado a las claras, habían perdido la guerra, emigraciones, muertes, incluso – únicamente vieron cuadros más o menos costumbristas, aunque se adjetiven como “fuertes” en algunas novelas; secuencias de una realidad que no era sino la propia vida, en cualquier lugar y en cualquier época, en tanto que sancionaron, con saña, los adulterios, infidelidades, promiscuidades, dispendios sexuales, términos malsonantes y actitudes poco honradas o edificantes por lo que suponían de modelos de conducta y el peligro de su no erradicación, ante una propuesta, la del Régimen, de hombre y sociedad “nuevos”, sostenida, con rigidez, en la más recalcitrante ortodoxia del pecado cristiano.

      Presentadas así las cosas, la novela social – podemos adelantarlo –, antes de exponer el muestreo escogido, pasó sin problemas, simplemente, ante lo censorio, sin que se observara un planteamiento estético “revolucionario”; sin que se vislumbrara o comprendiera el ejemplo y la metáfora de una clase obrera que seguía pagando la pérdida de la guerra; la larvada lucha de clases que se desprendía de bastantes de estas obras. En absoluto, casi impoluta a la hora de las supresiones fue autorizada y tratada con el mismo rasero que el resto de la literatura española de aquellos años.

      Esta narrativa “de combate pro-obrerista y denunciadora” (no olvidemos que editoriales tan poco conflictivas como Destino, por ejemplo, publicó un apreciable número de ejemplares de la misma) quedó dentro de los circuitos y criterios comerciales e ideológicos aceptados como válidos por el franquismo sin que se desprendiera actividad subversiva consiguiente.

      Dividiremos los informes106 objeto de nuestra investigación en una serie de apartados, los mismos en los que hemos escalonado las distintas percepciones de la realidad que hace esta narrativa en los cincuenta, para tener una visión general del análisis del censor y comparar las diferencias de apreciación, que, apenas, las hubo, entre una novela neorrealista como Entre visillos de Martín Gaite y otra de la más pura estirpe del realismo socialista, caso de Central eléctrica de Jesús López Pacheco.

      Selección de novelas escogidas e informadas:

Neorrealismo:

. Entre visillos, Carmen Martín Gaite.

. Cabeza rapada, Jesús Fernández Santos.

. Los bravos, Jesús Fernández Santos.

Visión realista:

. Germinal y otros relatos, Alfonso Grosso.

. Dos días de setiembre, J. M. Caballero Bonald.

. Las afueras, Luis Goytisolo Gay.

. Juegos de manos, Juan Goytisolo Gay.

. El circo, Juan Goytisolo Gay.

La burguesía:

. Nuevas amistades, Juan García Hortelano.

. La isla, Juan Goytisolo Gay.

Realismo socialista:

. La mina, Armando López Salinas.

. Central Eléctrica, Jesús López Pacheco.

. La piqueta, Antonio Ferres.

. La zanja, Alfonso Grosso.

. La noria, Luis Romero Pérez.

. Ayer, 27 de octubre, Lauro Olmo.

Libros de viajes:

. Caminando por las Hurdes, Antonio Ferres y A. López Salinas.

. Campos de Níjar, Juan Goytisolo Gay.

El Neorrealismo

      No siendo, como ya analizábamos en capítulos anteriores, novelas o relatos propiamente sociales sí que supuró el neorrealismo, dejando ahora de lado sus precedentes técnicos en lo social, una línea o veta en la que su descripción del sórdido provincianismo; de vidas apagadas; la inquietud de personalidades aisladas y desenfocadas; la ciudad de postguerra provocadora de rutina, conservadurismo, hipocresía y maldad (Martín Gaite) o la resistencia al plomizo y eterno ruralismo; su arquetípica crueldad; la mortecina, pero aplastante, sombra de la guerra en la vida de esos personajes (Fernández Santos) dibujan una sociedad chata, recelosa, estrecha y axfisiante que, en nada, correspondía con la España victoriosa e imperial, desproblematizada y destraumatizada, a la que aspiraban los vencedores, y  no dejaba de ser una visión, aunque atenuada, de que bien poco habían cambiado las cosas tras la cruenta contienda civil.

      Realidad cruda e inmediata que  la censura leyó como mero costumbrismo, descripción de lugares, cotidianeidad y simpleza de vidas (Cfr., sin embargo, el primer informe negativo sobre  Los bravos).

Informes:

- Entre visillos de Carmen Martín Gaite [EXPEDIENTE Nº 183-58. 15-1-58]

- Negativos todos los interrogantes

- “Una historia provinciana de un grupo de chicos, sus estudios y amoríos. El argumento se centra en torno a la figura del nuevo profesor de alemán del instituto, desde que llega al pueblo a las vacaciones de Navidad. Convendría suprimir dos expresiones groseras, en las galeradas nº 41 y 64.

PUEDE PUBLICARSE

[Al margen: “Consultado Jefe Sección no se toman en consideración la tachaduras propuestas”, 22-I-58]

- Cabeza rapada de Jesús Fernández Santos [EXPEDIENTE   Nº 4434-58. 29- IX-58]

- Negativos todos los interrogantes

- “Cabeza rapada es un chavea asturiano que cuenta trozos de su vida en el campo de su Asturias natal y en los alrededores de Madrid en el verano de nuestra Cruzada. Esta última parte es la más extensa. Las incidencias de la guerra en el veraneo de su familia”.

Procede su autorización (11 de Octubre de 1958)

    Con fecha 18 de octubre de 1958 suscribe la Editorial Seix Barral, S. A.:

“ (...) Que teniendo autorizada la obra “ CABEZA RAPADA” de Jesús Fernández Santos con Expediente nº 4434-58, y que por olvido de la Editorial se quedaron sin incluir los capítulos: “Este verano” y “El final de la guerra” (...)

suplicando la aceptación que mereció el siguiente informe:

- “Dos capítulos más. Pablo el chico que habla sigue contando. Un verano, una  francesa, los amigos que enamoran de ella [sic]. Se acaba el verano. Nada.

La guerra, dos amigos intentan desertar, cogidos temen las consecuencias [sic]. Un bombardeo y todo se acaba.

                       Procede su autorización (24 de octubre 58)

    Las pruebas para el informe incluye, para su aprobación, sobrecubierta de la obra (7 de noviembre de 1958).

- Los bravos de Jesús Fernández Santos [EXPEDIENTE Nº 182-54. 13-I-54]

- Presenta dos informes tras ser censurados por el primer lector dos apartados:

. ¿A la Moral? SI  Páginas  27-28-39-58

. A la Iglesia o a sus Ministros?  SI

                          Páginas  75-76

- “Novela de costumbres en la que se nosrelata [sic] un pequeño pueblo de la raya asturiana en la postguerra. El realismo, plenamente conseguido, de que hace gala el autor, produce un ambiente de amargor y desesperanza no compensado por ninguna espiritualidad lo que dá a la obra un carácter deprimente que aconseja su no publicación”(25 de enero de 1954)

    (Al margen: “ Visto e insuficiente. Al lector nº 1 [(...) ilegible] la nueva lectura”)

    En el segundo informe no se aceptan las observaciones del anterior censor:

-        “La acción en un pueblo castellano leones distante con Asturias. Epoca actual. Novela de ambiente costumbrista, con escasa linea novelistica. El Autor quiere reflejar la  vida de cada uno de los vecinos con críticas, afectos y odios rurales. El médico [subrayado en el original], es la figura principal ayudando a todos en sus problemas. Nada que impida su publicación” (31 de enero de 1954).

(Al margen: “A efectos económicos: No debe computarse el informe del lector Sr. Solís, comunicándoselo, en evitación de que se repita la insuficiencia de sus estimaciones”).

Visión realista

      Con una perspectiva más denunciadora en cuanto al tratamiento de los temas, personajes y situaciones, esta narrativa no distó, tampoco, demasiado de las observaciones censorias anteriores, so pena de algún matiz más propio de un momento de agudeza lectora que de una comprensión generalizada del mensaje de la obra.

      Aunque las dos novelas escogidas, en este apartado, pertenecen a ese primer Goytisolo que deambula, con escasa precisión, entre  lo objetivo y lo lírico, la realidad y el escapismo, tanto Juegos de manos como El circo ofrecen su cierta tensión, bien sea esa juventud universitaria burguesa ociosa y acomodada (habrá que esperar a los ejemplos más representativos de Hortelano) que Juan Goytisolo, de alguna manera, inicia en un primer intento de reflejar una oposición generacional que debiera haber sorprendido, puesto que los hijos ignoraban la entrega de una España en paz y el sacrificio bélico de sus progenitores; o el deseo de intentar escapar de las circunstancias a que son sometidas las personas en  El circo.

      Más enormemente rica – no analizamos novelas, exponemos, de manera somera, lo que, en teoría, pudo haber subrayado la censura –, Dos días de setiembre plantea la situación de injusticia social de las clases sociales andaluzas, con un señoritismo explotador, retratado sin piedad, al lado de aparceros, vendimiadores y contratados, expuestos como víctimas.

      La soledad, las dificultades para encontrar trabajo y el anhelo de una solidaridad inexistente de Las afueras se completa en esa serie de narraciones cortas de Germinal y otros relatos en los que Grosso, de modo ejemplar, dispara una mundo de engaños, traiciones, inmoralidad y decepciones.

Informes:

- Juegos de manos de Juan Goytisolo Gay [EXP. Nº 933-54. 12-2-54]

- Negativos todos los interrogantes

- “En el Madrid pre 36, un grupo de estudiantes amigos malviven en todo sentido, residiendo en pensiones. Algunos de antigua afiliación anarquizante intervienen en revueltas políticas, con los consiguientes encierros. Juegan en banda – ellos y ellas – a la vida libre, de tasca en tasca, de burdel en burdel, cuando no hacen burdel en la misma pensión. Traman la muerte de un Diputado de Derechas. Se juegan a las cartas la ejecución y por trampa de uno de ellos – juego de manos – se hace recaer la responsabilidad directa de la acción en el menos vinculado a la banda. Hay competencia amorosa por medio. Este, debil, no consuma [sic] el atentado y muere a manos de ellos mismos.

El relato de estas vidas necesariamente lleva a narraciones crudas, no muchas. El aire general de la novela es no obstante de desaprobación. Casi ellos mismos tienen conciencia de que son víctimas de una mala educación familiar, así al contar sus vidas, y mucho de ambiente”

    (Al margen inferior: “Me especifique el lector si debe o no autorizarse”. [Javier Dieta]. 3.3.54)

    (Margen superior: “Si debe autorizarse”)

- El circo de Juan Goytisolo [EXP. Nº 1453-57. 21 de Marzo de 1957]

- Informe en hoja adjunta:

“En un pueblo de la Costa Brava, se desarrollan las vidas de cinco o sies personaje [sic], que se enlazan entre si. Un pintor esquisofrenico [sic] vuelve de Madrid, entre sus fantasíss [sic] para solucionar su situación económica. Un grupo de jovenes que se dedican a hacer de gansters plantean un golpe a la caja de caudales del rico del pueblo. Al mismo pinmtor se le atribuye un asesinato. Desengaños de la mujer y de la hija del pintor al sentirse despreciada por la “cremme” del pueblo.

Una muchacha sediada [sic] por el rio y enamorada de otro, etc, etc, etc, etc.

Esbozos del ambiente cotillero de las señoras. Descubrimiento de la verdadera personalidad de una solterona púdica y como solterona con gana [sic] de casarse y de ser admirada.

    En resumen, una novela de ambiente que PROCEDE AUTORIZARSE”.

Madrid, 24 de abril de 1957

                         EL LECTOR

                         [Javier Dieta]

    - Dos días de septiembre de José Manuel Caballero Bonald [EXP. Nº 1498-62. MAR. 1962]

- Negativos todos los interrogantes

- “Novela costumbrista, de ambiente rural. Realista en su forma viva y descriptiva.. La acción en el norte de España [sic], en los días de vendimia; todas las fatigas en el campo y en los lagares; la muerte violenta de un vendimiador aplastado por una cuba llena de mosto; las sospechas de un acto criminal; las pasiones de esas gentes humildes que ganan para mal vivir en cada otoñada con las cosechas y la espera triste de la contrata a bajo precio por el amo”

    Puede autorizarse (1 de abril de 1962)

                             El lector

                             E. Conde

- Las afueras de Luis Goytisolo [EXPEDIENTE Nº 4305-58. 20-9-58]

- Negativos todos los interrogantes

- “Una novela sobre el campo, el pueblo catalán actual. Varias personas, varias familias labriegas catalanas. Su vida – un par de generaciones – desde antes del Movimiento hasta hoy. La ciudad, las industrias, la mecanización del campo, son fantasmas que, como el tiempo, dejan su huella aun sobre aquellos que pretenden vivir alejados de ellos... Una vida gris, rutinaria, triste. Una  vida a ras de suelo. Una buena novela.

    PROCEDE SU AUTORIZACIÓN (3 de octubre de 1958). El lector, Salvador Ortolá

                                                     Salvador Ortolá

    Germinal y otros relatos de Alfonso Grosso [EXPEDIENTE Nº 6871-62. 19-XII- 62]

- Negativos todos los interrogantes

- “Un conjunto de pequeños cuentos, el primero de los cuales vale para intitular el libro: “Germinal”. La inquietud del novelista de proyecta [sic] a temas del vivir corriente y moliente, con preferencia hacia una humanidad humilde de donde se extraen la poesia y las esencias humanas”.

          PUEDE EDITARSE (22 de diciembre de 1962)

                                El lector

                             M. de la Pinta Llorente

La burguesía

      Va a ser, precisamente, en este grupo de novelas en las que los autores hacen deambular a unos hombres y mujeres de clases acomodadas, abúlicos, arrojados a una inactividad absoluta, sin sentido crítico ni vital, arrastrándose de fiesta en fiesta y entre alcoholes e infidelidades en el que los censores se muestren con una intransigencia mayor. Se trataba de regular la moral y es ella la que queda cuestionada y rebasada en muchas de estas páginas.

      Si bien en la obra de Hortelano los jóvenes universitarios protagonistas son presentados como inconscientes, desmotivados e inmaduros, será el falso aborto, por lógica inevitable, de Julia lo que anote el censor; aunque, no podía ser de otra manera, al final, todo fuera una equivocación y se saldara con el engaño que realiza la partera.

      Sin embargo, la obra de Goytisolo, La isla, es prohibida en dos informes negativos. La narración que hace la esposa-protagonista de ese islote amoral – Torremolinos – como ajeno al resto del país y la sucesión de actos y actitudes repudiados patológicamente por la ideología dominante, tal y como reflejan los informes censoriales, fulminó la publicación.

Informes:

- Nuevas amistades de Juan García Hortelano [EXPEDIENTE Nº 2784-59. 19-6-59]

- Sobre  los interrogantes: “Efectuadas tachaduras conforme (17-9-59)”

- “Unos jovencitos de clase pudiente juegan a divertirse y una de ellas al parecer queda embarazada. Intervención de una curandera; miedo a la policía. Resulta luego que no hay tal. Es un relato en el fondo ironico de la vida de esos jovencitos. Creo que debe suprimirse 177 y 210 por aparecer como justificación del aborto, en 204 por dureza de significado. Procede su autorización.

- La isla de Juan Goytisolo Gay [EXP. Nº 3214-60. 14-6-60]

Presenta dos informes negativos:

A) No se responde a los interrogantes

- “Una historia de once días vividas por un matrimonio en la Costa del Sol, acompañados por españoles y extranjeros turistas, que resultan ellos y ellas una pandilla de degenerados, sin pautas morales. La novela ambienta la clásica región española, y es tal el cúmulo de obscenidades que resulta imposible su publicación. Todo se reduce a barbaridades de expresión y a fornicar. El censor suscribe ha marginado casi 169 pasajes.

                          NO DEBE PUBLICARSE

                          Madrid, 27 de junio de 1960

                                      El lector

                                      M. de la Pinta Llorente

B) No se responde a los interrogantes

- “Novela. La isla es la colonia veraniega de Torremolinos. Desde el principio hasta el fin es una sucesión de ocurrencias burdamente obscenas, de escenas naturalistas, de adulterios, tan frecuentes y “naturales” como si eso fuera la  vida de todos, de embriaguez y descaro. Incluso se permite en ocasiones insinuaciones malévolas sobre la Cruzada española, sobre la jerarquía eclesiastico y civil y sobre algunos de sus representantes mas destacatos [sic]. En resumen, se trata de una novela morbosa y absolutamente falta de principios”.

                                 No puede autorizarse.

                       Madrid, 22 de julio de 1960

Realismo socialista

      Es, sin duda, en esta serie de novelas, que se ciñen con más ahínco a la denuncia de la explotación obrera, donde más sangrantes son las injusticias y laten con fuerza las vidas míseras de los obreros frente al egoísmo de jefes, directores y empresarios, cuando estalla la bomba de las contradicciones, pues no aparece en ningún informe, apenas, la sospecha de lo que esta literatura obrerista presentaba y ofrecía, ya que, únicamente, se matizará en expresiones y en algunos tipos de los que discurren en el amplio panorama que ofrece Luis Romero en La noria.

      Precisando, se pasó por alto la injusticia social y la despiadada explotación que el campesino y el minero sufren en La mina; la épica sovietizante del trabajo y el precio humano que ha de pagar el hombre ante y por el avance técnico de Central eléctrica; problemas tan acuciantes para la España de los cincuenta y sesenta, que llegaron a preocupar y a intervenir al Régimen, caso de la emigración interior y su lacra resultante del chabolismo que retrata de manera descarnada Ferres en La piqueta; el testimonio de la opresión que se ejerce sobre el pueblo de Valdehigueras en defensa de los trabajadores, a través de una precisa radiografía de los grupos sociales que los componen en La zanja de Grosso; así como el estoicismo y el silencio de la derrota en los protagonistas pobres y miserables de Ayer, 27 de octubre de Lauro Olmo; y esa batida por la Barcelona de los cuarenta que no es sino la vida española y toda una muestra de la pobreza moral de la postguerra peninsular que se pasea entre tantos personajes de La noria del mencionado Luis Romero.

      Aspectos, temas, situaciones y mensajes, pues, increíbles, que pasarán ante los ojos de estos celosos guardianes del orden social y moral con el mejor de los beneplácitos, aunque sea recurriendo a esa curiosísima observación que hace el lector de Central eléctrica a la que dispensa de sus entrevistas interioridades por ser “muy intelectual”.

      En fin, obrerismo e injusticia que se toleraron bajo el manto de cierta intencionalidad, cotidianeidad y ¿por qué no? sin acritud (Vid., informe sorprendente e inesperado de La mina, o el simplismo del de La piqueta).

      El centro efectivo de la censura se movía en el plano de los modelos, actitudes y comportamientos morales que son más desestabilizadores por su generalidad, no en la órbita proletaria de la lucha de clases a la cual ni vieron, ni entendieron, ni creyeron que tuviera efectos perniciosos en los lectores españoles. El enemigo era de la familia.

Informes:

- La mina de Armando López Salinas [EXPEDIENTE Nº 1633-57. 4-4-57]

- Negativos todos los interrogantes

- “Novela social, pero sin demagogia y con vigor y objetividad. Un bracero andaluz huye de la miseria hasta una mina norteña. Allí se encuentra con personajes analogos, y luchan con la dureza de las condiciones de trabajo. Naturalmente, la obra refleja con tal dureza la injusticia social, pero sin latiguillos ni tampoco velos, objetivamente, repetimos, sin color ninguno. El fin, la muerte en una catastrofe minera”.

PROCEDE LA AUTORIZACIÓN SIN TACHADURAS

                 (15 de febrero de 1960)

                              El lector

                              Salvador Ortolá

- Central eléctrica de Jesús López Pacheco [EXPEDIENTE Nº 1633-57. 4-4-57]

- En el apartado: “¿A las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen?”, se indica de puño y letra:

Se ruega la lector, precise su informe

- De puño y letra: “Novela con “quid” social” [sic]

Texto mecanografiado:

- “El tema es conocido. La construcción de una presa, plantea toda una serie de problemas sociales. Se enfrenta la técnica con la naturaleza. El campo con la ciudad,;... Etc. Episodios de muertes de obreros, salvamentos de otros, resistencia activa de los campesinos aabandonar [sic] sus tierras. No niego que en el fondo late una hiriente crítica social. Sin embargo a mi juicio esta novela no puede ser reprobada en globo [subrayado en el original]. Entre muchas razones, porque al ser muy intelectual” su exposición, no creo que tenga mucha difusión. Y los que la lean tienen mas criterios.

                Procede su autorización

                                      (4 de Mayo de 1957)

- La piqueta de Antonio Ferres [EXPEDIENTE Nº 2974-59. 24-VI-59]

- Negativos todos los interrogantes

- “La orden del derribo de una chabola, levantada clandestinamente por las afueras de la ciudad, hace que toda una familia modestísima viva la angustia, el temor, la zozobra y la desesperación, ante un plazo que se cumple irremisiblemente”

PUEDE AUTORIZARSE

- La zanja de Alfonso Grosso [EXPEDIENTE Nº 935-61. 14-2-61]

- De puño y letra sobre los interrogantes: “Efectuadas las supresiones” (16-3-61, [firmado por el Sr. Batanero])

-“Descripción aparentemente ingenua, pero aguda e intencional, de un pueblo innominado en el que sus habitantes, fijos y circunstanciales, viven la vida que corresponde a cada cual. Y como los personajes se manifiestan y expresan tal cual son, al compás de su formación o de su situación social, el lenguaje es crudo y malsonante. Con las tachaduras de los folios –3, 8, 25, 31, 32, 53,54, 64, 65, 71, 75, 100, 107, 112, 114, puede autorizarse [subrayado en el original]

                                        (18 de febrero de 1961)

- Ayer, 27 de octubre de Lauro Olmo [EXPEDIENTE Nº 494-58. 1-2-58]

-Negativos todos los interrogantes

- “Una casa de vecinos y sus peripecias diarias. A través de ellos se pinta lo serio de la vida en fuerza de ser insignificante. Pintura realista de unas existencias que son así, pero que no provocan ninguna seducción. Para que todo se ajuste a la realidad, el autor se expresa con las expresiones no siempre académicas del lenguaje bajo de la calle”.

                        PUEDE PUBLICARSE

                                           (22 de febrero de 1958)

- La noria de Luis Romero Pérez [EXPEDIENTE Nº 528-52. 28-I-52]

    La novela presenta dos informes recelosos y poco aconsejables acerca de su publicación:

-“Se trata de una obra ruda y descarnada en la que (...) [ilegible] miseria moral de nuestro tiempo aparece constantemente (...) [ilegible]. A mi juicio no debería publicarse [subrayado en el original. Texto de puño y letra]. No obstante por las circunstancias que en ella concurren es conveniente que la vea el censor eclesiástico [subrayado en el original]. Únicamente tres subtítulos exponen vidas de personas honorables”.

                    (25-II-52)

(Al margen se completa la redacción con este añadido:

- “Es un desfile de una serie de personajes con sus vicios, lacras y miserias. La obra es fuerte y desenfadada, aunque sin llegar a gravemente inmoral. Es original y con cierto mérito literario. Aunque la creo perjudicial para lectores jóvenes o de escasa formación, juzgo que dadas las circunstancias que en esta obra concurren, podrá tolerarse” [subrayado en el original])

Se propuso su “Autorización con carácter de tolerada.

    - El segundo informe se ceba, en particular, en el interrogante “ ¿A la moral?”, ya que, mientras el resto no merece anotaciones, el lector señala como censurables las páginas: 10, 17, 22, 28, 74, 99, 103, 129, 161, 168, etc.

- RESULTANDO: “ Serie de cuadros, con un largo desfile de personajes, apenas enlazados entre si.

El autor describe en breves pinceladas y con pensamientos intimos de cada personaje, la vida y los problemas de cada uno. Abundan los tipos de gente de mal vivir: invertidos, prostitutas, etc. y en toda la obra hay la preocupación constante del problema sexual, expuesto con toda crudeza y desenfado.

Creo que su lectura puede resultar francamente perniciosa para una gran mayoría de lectores.

                     (15-XI-19  )

Libros de viajes

      Complemento de la plasmación de la España subdesarrollada que se literaturizó, estos libros fotografían la verdad, se pueblan de personajes reales de casi todas las regiones del país y documentan, sobre el terreno – elemento indiscutible –, la postración nacional.

      A pesar de su denuncia directa se publican excepto, como siempre, las expresiones malsonantes y las alusiones a circunstancias muy precisas de la vida española.

           Informes:

    - Caminando por las Hurdes de Antonio Ferres y Armando López Salinas [EXPEDIENTE Nº 1873-60. 7-4-60]

    - Sobre las interrogantes se superponen las dos siguientes referencias del lector Sr. Batanero, de su puño y letra:

- “Se ha sustituido las palabras señaladas por las iniciales y puntos, “militares” por soldados y “cura” por “(...)” [ilegible] de la iglesia. Lo que conceptuo insuficiente. Procede por tanto nuevo oficio pidiendo que las tachaduras se hagan completas”

              (14-7-60)

              [Batanero]

              Efectuadas las supresiones

              (23-9-60)

              [Batanero]

- “Impresiones recogidas al paso por las Hurdes, con bastantes concesiones al tópico hurdano. Nada fundamental que objetar [subrayado en el original]. Sin embargo, debe suprimirse la palabra subrayada en el folio 96, por equívoça [sic], y la 120 por mal. sonante [al igual que todas que respondan a la misma expresión (tachado en el original) ]. Con esta salvedad, puede autorizarse [subrayado en el original].

              (13 de abril de 1960)

(Al margen: “Vale lo tachado”)

    Se añade la siguiente observación, nuevamente, de puño y letra del Sr. Batanero:

-“Amigo Herrón: Como veras en la nota del informe, las tachaduras que propusiste no han sido respetadas integramente, así que tu decidirás si aceptas que quede asi y si se admiten las sustituciones efectuadas, pues yo me he limitado a hacerlas notar”

                 Abrazos

               Batanero

(Al margen [texto mecanografiado]:

-“Debiera suprimirse lo tachado en principio, pues si “militares” se presta al equívoco, en el texto, lo mismo ocurre con “soldados”. ¡ Qué más dá!

Esta es mi personal opinión”)

- Campos de Níjar de Juan Goytisolo [EXP. Nº 6059-59. 26-XI-59]

- No se responde a los interrogantes

-“El autor relata un viaje por la Almería lunar, sedienta y desértica. La Almería, concretamente, de las zonas de Níjar y Sierra de Gata. Donde el paisaje y los hombres viven petrificados y como en ausencia”.

              PUEDE AUTORIZARSE

              Madrid, 28 de noviembre de 1959

                       El lector

                       Octavio Díaz-Pinés



* Se conserva la numeración original de las notas al pie de página.

77 GUBERN, R., op. cit, pp. 9-10.

78 Obsérvese como desde 1943 y 1944 el régimen franquista había comprendido cuál iba a ser el centro de poder hegemónico en la postguerra europea que se avecinaba y actuó como le convenía a sus intereses perpetuadores, utilizando la prensa, en este caso, para imponer, según la ocasión, sus contradictorias posiciones. Cfr., esta circular de la Delegación Nacional de Prensa, de fecha 16 de agosto de 1944, tras todo lo ya expuesto y consabido desde el principio:

         “Se ordena a toda la prensa que, ante los acontecimientos militares que se desarrollan entre los Estados Unidos y el Japón, mantengan en sus críticas, en sus comentarios y específicamente en su situación, un tono que, sin abandonar la postura de neutralidad española, sea favorable a los Estados Unidos. Ante la inminencia de grandes operaciones en el Pacífico y más concretamente en Filipinas, España prefiere el triunfo americano a la victoria del Japón”.

GUBERN, R., La censura... op. cit, p. 55-56.

79 ABELLÁN, Manuel L., Censura y creación literaria en España (1939-1976), Barcelona, Península, 1980, p. 108; y también, “Censura y práctica censoria”, Sistema, 22, enero de 1978, p. 29.

80 GUBERN, R., op. cit., p. 19 (el subrayado es mío). Vid. SINOVA, J., La censura de prensa durante el franquismo, Madrid, Espasa-Calpe, 1989.

81 Para el proceso de formación y de consolidación del sistema censorial vid., BENEYTO PÉREZ, Juan, “La censura en los primeros años del franquismo. Las normas y los hombres”, Diálogos Hispánicos de Amsterdam, 5, 1987, pp. 27-40.

82 ABELLÁN, M.L., op. cit., p. 118.

83 Vid., CERRADA CARRETERO, Antonio, La novela en el siglo XX, Madrid, Playor, 1983; MASOLIVER RÓDENASM, J. A., “10 años de novelística española”, Camp de l’arpa, nº 101-102, julio-agosto de 1982.

84 BARRAL, Carlos, Los años sin excusa. Memorias II, Madrid, Alianza, 1982, p. 139.

85 ABELLÁN, M.L., op.cit.; todo el libro es un estudio exhaustivo de la censura y de su incidencia en la vida intelectual. Destacan, además, una serie de artículos en los que el crítico incide y matiza sobre el amplio espectro que sombreó lo censorio: “Sobre censura. Algunos aspectos marginales”, Cuadernos de Ruedo Ibérico (París), nº 49-50, enero-abril de 1976, pp. 125-139; “Censura y producción literaria inédita”, Ínsula, nº 359., octubre de 1976, p. 3; “Análisis cuantitativo de la censura bajo el franquismo”, Ínsula, nº 28, enero de 1979, pp. 75-89; “Fenómeno censorio y represión literaria”, Diálogos Hispánicos de Amsterdam, 5, 1987, pp. 5-25; “La censura franquista y los escritores latinoamericanos”, Letras peninsulares (Michigan), 5.1., primavera de 1992, pp. 11-21.

         Para el caso catalán, vid. GALLOFRÉ I VIRGILI, Josepa, L’Edició catalana i la censura franquista (1939-1962), Barcelona, Universidad Autónoma, 1990.

86 Ibid., p.68.

87 ABELLÁN, M.L., op. cit., p.97-98.

88 “Isaac Montero, un largo aliento”, Camp de l’arpa, nº 93-94, noviembre-diciembre de 1981, p.48.

89 ABELLÁN, M.L., op. cit., p. 88.

90 Ibid., pp. 111-112.

91 GUBERN, R., La censura... op. cit. , pp. 123-124.

92 ABELLÁN, M. L., op. cit. , p. 95.

93 Es copia literal del original mecanografiado por el lector, por eso se ha respetado su escritura y la inexistencia de acentuación en el texto.

94 BARRERA, Carlos, Periodismo y franquismo. De la censura a la apertura, Barcelona, Eiunsa, 1995, p.34.

95 Ibid., p. 47.

96 ABELLÁN,  M., op. cit. , pp. 88-89; para el caso de Alfonso Sastre y la censura, sin duda el más fuerte y encontradizo de esta historia siniestra, vid. , pp. 127-136. Cfr., además, “Censura y producción literaria inédita”, Ínsula, nº 359, octubre 1976, p.3.

97 ALONSO TEJADA, “La represión sexual bajo el franquismo”, pp. 39-43, en El viejo topo, op. cit....

98 Vid., GUBERN, R., ob. cit, p. 155.

99 Vid., O’CONNOR, Patricia, “ Government Censorship in the Contemporary Spanish Theatre”, Educational Theatre Journal, nº 4, XVIII, 1966; Torquemada in the Theatre: A Glance at Government Censorship. Theatre Survery, nº 2, XIV, 1973, pp. 23-45; “Encuesta sobre la censura”, Primer Acto, nº 165-166, 1974, pp. 4-14 y 4-11.

100 Vid., RUIZ RAMÓN, Francisco, Historia del Teatro Español. Siglo XX, Madrid, Cátedra, 1977, especialmente el apartado “Censura”, pp. 443-446.

101 MONLEÓN, José, “La historia del franquismo”, Diario 16, cap. 42, p. 661.

102 Vid., en su totalidad, Ibid., pp. 217-223 (los subrayados son míos).

103 GOYTISOLO. Juan, “Los escritores españoles frente al toro de la censura”, El furgón de cola, en Obras completas I, Madrid, Aguilar, 1978, pp. 845-846.

104 NEUSCHAÄFER, Hans-Jörg, Adiós a la España eterna. La dialéctica de la censura. Novela, teatro y cine bajo el franquismo, Barcelona, Anthropos, 1994, p. 55.

105 Ibid., p. 77.

106 Los informes proceden del Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares) y se transcriben literalmente de las fotocopias de los originales. Hemos querido así dejar constancia de la penosa redacción, precaria ortografía y limitaciones técnicas de algunos de estos funcionarios o lectores eventuales. Cuando el informante no responde a las seis cuestiones, ya referidas, obligatorias que precedían al texto del lector, indicamos: “Negativos todos los interrogantes”. Cualquier otra aclaración, inexactitud, palabras o expresiones indescifrables, acotaciones, etc., se aclara o indica entre corchetes. Cuando aparece se añade el nombre del lector.

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